Martes 23 de abril 2024 | Contáctenos
En marzo de 1990, en una mañana calurosa, cuando me encontraba asesorando al candidato del partido aprista peruano a las elecciones presidenciales de abril de 1990, diputado Luis Alva Castro, él me dijo a boca de jarro: Gustavo, ayer conversé con el Gral. “Cucharita” Díaz, del Servicio de Inteligencia Nacional (SIE) y me ha dicho que yo tengo muchas más posibilidades de votación en Lima y a nivel nacional, que las que publican las encuestas de opinión limeñas.
Así que, agregó, he invitado este sábado a un representante del Gral. Díaz a nuestro local de campaña, en San Isidro, para que nos muestre las encuestas que hace el SIE. Y a continuación, me dijo, por favor ven con el ingeniero José Palomino, este sábado a las 8 de la mañana para ver, conmigo, dichas encuestas.
Luis Alva Castro estaba entusiasmado con las encuestas del SIE. Según le había dicho el Gral. Díaz, estas encuestas le daban el doble de votación que las encuestas limeñas, con lo que Alva Castro tenía la posibilidad de pasar a la segunda vuelta electoral, junto con el escritor Mario Vargas Llosa, el candidato favorito en las elecciones de 1990.
El mencionado sábado, yo llegué puntual a la cita, es decir, a las ocho de la mañana. Cuando entré al local, el portero me dijo que un Señor había llegado 5 minutos antes que yo.
Al escuchar ésto, subí de inmediato a la sala de reuniones, del segundo piso, en donde se iba a realizar la reunión y me di con la sorpresa que el representante del general Díaz era, nada más ni nada menos, que el capitán EP Vladimiro Montesinos Torres.
Luego de encontrarme con Montesinos, lo salude cordialmente, y el me dijo, creo que ya nos conocemos y me hizo referencia a alguna reunión que tuvimos en el Institutito Nacional de Planificación (INP), junto con otra cincuenta personas, tiempo atrás.
Como pasaron 5 minutos y no llegaban los otros invitados a la cita, yo aproveché para conversar con Montesinos, porque quería saber si montesinos era tan informado como se decía. Y, sin dudarlo, le pregunté, quien a su juicio había sido el autor de los violentos acontecimientos de febrero de 1975, durante los cuales hubo una fuerte represión militar contra los miles de policías que estaban en huelga, los mismos que se habían amotinado con patrulleros en su local del distrito de la Victoria.
Montesinos respondió de inmediato, sin duda alguna: el autor es el Servicio de Inteligencia de EUA, es decir la CIA. El objetivo final era derrocar al Grl. Juan Velasco Alvarado, añadió Montesinos.
Por cierto, agregó, la CIA hizo todo ésto aprovechando la huelga policial y la lucha contra la dictadura de Velasco de los jóvenes apristas. Bueno me dije, es cierto, así fue.
Luego, Montesinos me preguntó por qué el partido aprista no usaba la información del SIE para luchar contra sus adversarios políticos, tal como lo era el diputado Fernando Olivera Vega. Yo le dije que el presidente García no usaba esos métodos. A lo que él me respondió, esquivando mi dicho, que para que Alva Castro sea elegido, en segunda vuelta, había que ser pragmático.
Yo le dije que, si Alva Castro pasaba a la segunda vuelta electoral, tal como sugerían las estadísticas que trajo consigo Montesinos, el iba disputar la presidencia con Mario Vargas Llosa. Y que esta posibilidad iba significar contar con mucho mas recursos que ahora, para tener una mayor presencia en la radio y TV.
Ante esta preocupación mía, Montesinos me dijo que él tenia un proyecto en mente que podría ser útil para nosotros. Y cuál es le dije, con curiosidad.
Mira, me dijo, yo tengo a mi disposición una avioneta con la cual puedo arrojar millones de volantes en los tres conos urbanos de Lima, temprano por la mañana, el mismo día de las elecciones, volantes con una foto truqueada mostrando a Vargas Llosa en un acto propio de un marica.
Gustavo, agregó Montesinos, tal como tu sabes, a los peruanos le gustan los presidentes machos, así que con este operativo Vargas Llosa pierde.
En cuanto terminó de hablar, le repregunté por qué el jefe de la II Región Militar de Lima no salió a restablecer el orden, cuando desde Palacio de Gobierno le mandaron hacerlo, sino que lo hizo recién varias horas después, con tanques, tanquetas y helicópteros.
Porque el general EP Leonidas Rodríguez Figueroa, jefe de la II Región Militar, ya estaba comprometido con el general EP Francisco Morales Bermúdez para derrocar al general EP Juan Velasco Alvarado —me contestó.
El “Limazo” del 5 de febrero de 1975 dejó 86 muertos, 165 heridos y 1,012 detenidos. Una carga muy pesada para un presidente, incluso uno militar como el general EP Juan Velasco Alvarado, más aún si estaba enfermo, derrocado meses más tarde por un golpe militar dado por el general EP Francisco Morales Bermúdez, el 29 de agosto de 1975.
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