La utilidad de los fracasos

No haber clasificado al Mundial de Fútbol dará aún mucho que hablar. De ello se ocupan, en especial, periodistas, sociólogos y sicólogos para explicar las razones y sus consecuencias. Algo también tenemos que decir los profesores en tanto son los adolescentes y los niños los más dolidos, sin duda. Mucha razón tiene un amigo al preocuparse por el inmenso dolor que tienen sus nietos ante este suceso.

El fútbol es quizás la única actividad en la que estamos unidos como nación y por eso duele más una derrota. En el día a día de nuestras vidas son tantos los conflictos y las desilusiones que el fútbol, en particular, es una promesa de felicidad. En otro momento fue el voleibol pero el fútbol tiene otra dinámica, además de popular y multitudinario.

Los atractivos de este deporte se ven acrecentados por la maravilla tecnológica que unifica al mundo. Así es por tanto posible que, semana a semana, los aficionados estén plenamente informados de lo que ocurre en el fútbol europeo o asiático. Demás está decir que muy poco se sabía de Qatar y aún menos de Doha.

De vuelta a la realidad y con la esperanza que los más jóvenes aprendan que los fracasos también enseñan, habrá quienes consideren que no es tan malo quedar fuera del mundial. Nuestro reto verdadero y la victoria más importante es superar la severa crisis gubernamental en la que estamos atrapados, con una sucesión inacabable de nombramientos deliberados de gente inepta, latrocinios de todo tipo, denuncias no atendidas, fugas sospechosas y negativas tan reiteradas como cínicas. Querer que el fútbol de convirtiese en el “opio del pueblo” y no conseguirlo puede ser más que un consuelo.