Con más de una hora de retraso (esperar en París a Catherine Deneuve si ha confirmado es una obligación) empezó el desfile de Jean Paul Gaultier ante la inquietud y "run, run" de los gráficos que no dejaban de quejarse. Pero con el inicio del desfile el ambiente se calmó ante lo que todos apreciábamos como una colección consistente, muy del gusto francés, muy parisina, que apostaba todo al negro para sus "tailleur", conocidos por sentar como un guante y sus vestidos de cuero negro ceñidos a la silueta con cremalleras pero de aspecto muy actual.
Todas las modelos llevaban un turbante con una inmensa lazada que se alzaba altiva y algunas de ellas salían a la pasarela fumando en pipa, lo que otorgaba un aire muy distante y distinguido a la mujer.
Pero tanta calma no podía durar demasiado tratándose de JPG y, tras los 'looks' plenamente invernales entre terciopelos y piel bien pegados al cuerpo, con los guantes y turbantes a juego subió la atmósfera de la Rue San Martin, su casa de costura: la amiga y 'star pin up' del burlesque se asomaba entre el cortinaje del inicio de la pasarela para exhibir sus intenciones. Dita Von Teese salió a desfilar con un vestido vaporoso negro de muselina y azabaches que, a mitad de camino, empezó a quitarse para quedarse casi desnuda con una pieza de lencería de bandas elásticas mínimas ante el alborozo de la grada.
Tras recomponerse la compostura en el 'show' faltaba mostrar la última parte de sus trabajos. Aquellos que se alejaban del rigor del día y la seriedad del negro, camel y gris para zambullirse en el 'Folies Bergère' más divertido, el que le gusta al creador francés. Si el día había sido casi monocolor, ahora la algarabía llegaba con un vestido muy fluido amarillo lima en satén, un dos piezas mínimo de plumas, un diseño en lila fuerte o una pieza ewn terciopelo negro con parte fucsia, al más estilo de Yves Saint Laurent, su maestro de cabecera y referencia de toda su carrera. Y es que Jean Paul es capaz de aunar la maestría de una buena sastrería con el folclore más exacerbado de las noches locas parisinas, aquellas que evocan al Moulin Rouge o los antros perdidos del Bois de Bologne.
Hasta la novia no podía ser convencional y salió tocando con un violín la clásica marcha nupcial. Detrás de ella, claro, la algarabía de las 47 maniquíes restantes. Gaultier riguroso, Gaultier excesivo.
Fuente: ELMUNDO.ES