Rashomon es el nombre de una de las películas más famosas de Akira Kurosawa, calificada por muchos como una obra de arte. El argumento de la película se refiere a como, respecto a un mismo delito, hay tantas versiones como testigos. La esposa del asesinado habla del crimen y de una violación; el asesino dice que hubo una gran lucha y que la esposa se le entregó; el asesinado a través de una medium dice como fue victimado a traición y un testigo señala nuevas cosas, de manera aparatosamente distinta.
Cuando vemos la poca claridad en las declaraciones de los generales Raúl Salazar y Abel Gamarra en torno a su versión de la cena con Omar Chehade en las Brujas de Cachiche, tan distintas a las dichas por el General PNP Arteta, todo este lamentable espectáculo nos parece un Rashomon policial.
Me pregunto ¿a tal nivel de descomposición moral hemos llegado que tres generales, un vicepresidente de la república y dos amigos del último no pueden coincidir en sus versiones? El sólo hecho que se plantee esta situación nos señala que estamos en presencia de un hecho anormal y por lo tanto delictivo por lo que estuvo en juego. Nada bueno puede salir de versiones contradictorias y eso es lo que estamos viendo hasta ahora.
Y aquí el gobierno juega un triste papel a través del presidente Humala, el premier Lerner y el ministro del Interior Valdés. Al permitir que esta situación llegue a los extremos que estamos viendo sin que tomen una decisión política, están arrastrando a la institución, a la Policía Nacional del Perú, a la desmoralización, y a la lucha contra la corrupción a un estado de descomposición, luego del cual sólo queda una gran decepción.
A estas altura el problema ya no es por qué Omar Chehade no renuncia sino por qué no lo renuncian.
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