Qué triste espectáculo el de la política peruana con la imagen deplorable del Ejecutivo haciendo tándem con un Congreso compuesto mayoritariamente por personajes de ignorancia y desparpajo dignos de antología.
Es tan obvio que la función pública –o sea la Política- se ha convertido en un botín que se han registrado 43 organizaciones que ambicionan conducir el país en el periodo 2026-2031. De ellas media docena merecen el honorable nombre de Partidos Políticos.
Tan bajo hemos llegado que, no obstante la modesta cantidad de afiliados que la organización política debe mostrar para inscribirse, (el 1% de los electores hábiles registrados, o sea algo más de 25,000 personas) el escándalo de las firmas adulteradas va descubriéndose y envolviendo –hasta ahora- a tres organizaciones.
Sin trayectoria digna de mérito o reconocimiento, existen personajes que se creen dotados de atributos singulares y están embriagados por el afán del “partido propio”. No han puesto un pie en el primer peldaño de la escalera y creen que merecen llegar al piso más alto del edificio (si hablamos de política seriamente, los ascensores no existen).
Los partidos políticos se articulan en torno a una Ideología –no alrededor de propietarios fundadores- que identifican la sociedad por construir, sustentándose en una Doctrina estructurada; mejor aún si hay una Filosofía que la sustente. La Organización es la columna vertebral de la acción política y da soporte a la acción social. Y (hoy olvidada por la ansiedad del poder) una Trayectoria que nos diga qué vivieron, entregaron, sufrieron y lograron sus integrantes para pretender gobernar un país.