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REDES SOCIALES
Martes 22 de abril 2025

Le dedico mi silencio

Por: Daniel Parodi Revoredo
Le dedico mi silencio
Foto: Diversas fuentes


¿Es justo darle tanta relevancia a la senectud de Mario Vargas Llosa y a los errores que pudo cometer los últimos años de su vida? ¿Es justo permitir que esas sombras irrisorias oscurezcan la brillante luz irradiada durante décadas de talento y peruanidad?

[El Corazón de las Tinieblas]


Soy un hombre del siglo XX, adaptado al siglo XXI a regañadientes. Crecí con los debates de la Asamblea Constituyente del 78, con el rock de los ochenta, deslumbrado por Freddie Mercury y su Bohemian Rhapsody; y henchido de nacionalismo al entonar el criollísimo Contigo Perú, interpretado por el zambo Arturo Cavero y, cada tanto, potenciado por la aguardientosa voz de Oscar Avilés y su peruanísimo pulsar de la guitarra.

Todo parecía emoción entonces. Entre el caos absoluto, la migración masiva, la imparable inflación y sangrientos atentados terroristas, había cierta coherencia que nos hacía creer que formábamos parte, que construíamos algo, así fuesen castillos en el aire, no importaba.

Y vaya que nos opusimos a Mario Vargas Llosa en 1990. El mundo de las ideologías del corto siglo XX, como se dio a llamarlo Eric Hobsbawm, había concluido súbitamente tras el derrumbe a combazos de un histórico muro pero era muy pronto para que nos diéramos cuenta.

Por eso creímos que la utopía socialista debía enfrentar de nuevo la amenaza neoliberal, pero había más que eso. Mario se equivocó de país, o, en todo caso, se equivocaron sus asesores de campaña. En realidad, nos equivocamos todos y el error lo pagamos todos.

Una parte del Perú, aproximadamente el 25%, ya se había desgajado de nuestro Perú político, el de la Constituyente del 78 y la frágil democracia de los años ochenta. Nadie vio que había un país informal por fuera de los marcos ideológicos imperantes, pero lo había y llevó a Alberto Fujimori a la segunda vuelta, contra un Fredemo de Vargas Llosa que obtuvo muchísimo menos de lo esperado.

En la izquierda y el APRA descorcharon eufóricos las botellas de champán. Sus votaciones sumadas a la de Fujimori aseguraban sobradamente la derrota del consagrado literato la segunda vuelta y con él, la del programa neoliberal. Pero aquí también había más, había el gustito de verlo, y verlos – a los pitucos del Perú- derrotados, humillados, y así sucedió, efectivamente.

De esos días han pasado 37 años. Los historiadores somos generales después de la batalla y bastante antipáticos. Debimos votar a Vargas Llosa en 1990. Hubiésemos tenido una política económica bastante similar a la de Fujimori -que aunque rechine parte de la izquierda, era la que el Perú requería y a gritos- pero la hubiésemos tenido en democracia y de eso la mayor garantía no era otra más que nuestro propio nobel de literatura. Ciudadano moderno, demócrata a carta cabal, de los pocos que se creían el sueño de fundar aquí una república que funcione a base de sus instituciones, pulcras, al servicio del bien común. En suma, lo contrario al fango en el que nos hundimos hace treinta años sin saber hasta hoy si la ciénaga tiene fondo.

Mario ha muerto, antes de irse obtuvo, para todos nosotros, el nobel de literatura, y un asiento de privilegio en la Academia de las Letras de Francia. Mario es nuestro peruano universal, por encima de Garcilaso, Arguedas y Mariátegui. Por nadie nos conocerán en el mundo más que por Mario Vargas Llosa.

Pero el siglo XXI, ese que vivo a regañadientes, tiene malas costumbres, o costumbres a las que no me acostumbro y la redundancia es toda mía. Las redes sociales marcan el cambio, la cancelación trastoca los valores.

Antes al muerto se le respetaba, había un silencio, una constricción ante la muerte. Así como el presidente tiene un periodo de gracia, el finado también gozaba de él. Si acaso había algo que señalar algo crítico, se informaba como antes se leían los titulares de los noticieros al caer la noche, discretamente, sin pestañear, sin entonación: a fulano también se le recuerda por una controversial participación en ….

Pero estamos en tiempos de ajusticiamiento popular, de disección pública, de turba punitiva y entonces la emprenden contra Mario porque apoyó a Keiko Fujimori contra Pedro Castillo en 2021. Yo jamás hubiese realizado dicho llamamiento pero ¿realmente se justifica el escrache, el linchamiento? ¿acaso una opción no era igual de apocalíptica que la otra? ¿de verdad pensábamos que un proyecto marxista-leninista era la solución para todos los males del país? ¿o se le apoyó a Castillo porque se pensó que lo que se tenía enfrente era aún peor?

¿Esto es lo que juzgan los impolutos autoproclamados? ¿los que subieron al “pedestal de la verdad” perpetrando un golpe de Estado en contra de la libertad? ¿los robespierres y robespierras de la moral pública?
La última novela de Mario Vargas Llosa se tituló Le Dedico Mi Silencio. La crítica no le hizo mucho caso y es una pena. Pocos han penetrado con tanto sentimiento y profundidad una cultura que la quieres o ignoras, si acaso no la rechazas con posturas análogamente estúpidas y moralizantes.

A la cultura criolla hay que quererla. Su guitarra, sus acordes y disonancias, sus punteos y sus trinos te hacen llorar o te resultarán básicamente indiferentes. Vargas Llosa se situó entre los primeros. Pero hay algo más, otra vez: el título, Le Dedico Mi Silencio. Lalo Molfino, protagonista de la novela, es un virtuoso guitarrista criollo, el mejor de todos, a tal punto que cuando pulsa la guitarra genera un silencio admirado, absorto e ilimitado.

Al concluir una de sus presentaciones, antes de retirarse, le musita al oído a una dama embelesada por su música: “le dedico mi silencio”, ese que solo su interpretación de la guitarra podía suscitar, ese mismo que nos envolvió cuando leímos una novela de Mario sentados en el sofá de la sala, solos él y cada uno de nosotros, silencio que representa el mejor homenaje que podríamos brindarle en los días afligidos de su partida.

link del artículo: https://sudaca.pe/noticia/opinion/daniel-parodi-le-dedico-mi-silencio/
Espero que este artículo haya resultado de su agrado

Historiador Daniel Parodi Revoredo
Docente del Departamento de Humanidades
Pontificia Universidad Católica del Perú
Investigador Renacyt P0083245
https://scholar.google.com/citations?user=SIV0RpQAAAAJ&hl=es
Teléfono:948 274 297

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