Días atrás Ollanta Humala anunció su viaje a Cajamarca para conversar directamente con la población y explicarles los beneficios del proyecto "Conga" y la posibilidad de poder tener simultáneamente "agua y oro". Horas después Alan García, en una de las pocas opiniones que hasta ahora ha pronunciado sobre el nuevo gobierno, fue claro al recomendar que no lo haga. Valiosa sugerencia para quien le queda prácticamente todo su mandato por delante y que afrontará a lo largo de su gestión protestas de diversos motivos que naturalmente se darán en un país tan contradictorio como el nuestro.
Cinco años atrás el entonces premier Jorge del Castillo decidió impulsar una política de diálogo personal y persuasión frente a las protestas, y apelando a su larga experiencia política dejó en segundo plano a ministros y funcionarios para hacer él, de manera directa, el papel de bombero. Pese a su buena voluntad las asambleas del entonces jefe del Gabinete lo fueron desgastando y terminaron perdiendo entusiasmo dando lugar a una serie de inconvenientes que finalmente devaluaron su propia autoridad. Al no conseguir todo lo exigido, sectores radicales señalaban que su presencia era insuficiente y que debía presentarse el propio Presidente, por el cual habían votado.
La falta de éxito de algunas gestiones provocaron un vacío de autoridad al no existir funcionarios de mayor rango que pudieran reemplazarlo. Y ello continuó con el premierato de Yehude Simon a quien se le otorgó una breve luna de miel sustentada en su origen "izquierdista" supuestamente identificado con los que alentaban las protestas. Lamentablemente, la intolerancia generó el "baguazo" y el vacío creció.
Javier Velásquez entendió que debía recuperarse la firmeza y puso reglas claras como el no diálogo con quienes estuvieran en medio de una protesta violenta. Esa decisión le retornó aire a un gobierno que ya estaba en su segunda mitad.
El presidente Humala se equivoca al pensar que su presencia en Cajamarca solucionará el problema. Al contrario. Podría significar el inicio de un enorme desgobierno. Los extremistas le exigirán cumplir con su radical compromiso original y su fracaso en el diálogo será el fracaso de todo el gobierno para siempre. Otros grupos radicales exigirán su presencia en otros escenarios por otros motivos y Humala terminará prisionero de su inocencia y de su falta de locuacidad para convencerlos.
El consejo de su antecesor ha sido lo mejor que se le ha dicho en esta crisis. Tómelo.
Publicado en el diario Correo