No me gusta decirlo, pero siento que el Colegio Mayor Secundario “Presidente del Perú” está amenazado. Hay opiniones y decisiones que van en esa dirección y que merecen ser comentadas.
No faltan quienes afirmar que el CM es una experiencia que atenta contra la equidad y la inclusión porque atiende a un grupo privilegiado. Este argumento malévolo olvida que los 900 niños y niñas que han llegado al CM provienen de centros educativos estatales, provincianos casi en su totalidad y que son pobres (y a veces muy pobres). Es decir, precisamente quienes son víctimas de la inequidad y de la exclusión. Son, en efecto, un grupo selecto porque tienen muy alto rendimiento -lo que no quiere decir que sean “talentosos”- y no ofrecerles una oportunidad para desarrollar sus grandes capacidades equivale a perderlos, a condenarlos a una penosa mediocridad.
Es curioso que quienes con razón demandan “discriminación positiva” para los niños que tienen deficiencias, no tengan la misma actitud para los niños que obtienen grandes logros pero son castigados por la lejanía y la pobreza. Muchos de ellos son casos ejemplares de resiliencia y debieran merecer investigaciones específicas. Pero no, hay quienes enarbolan la “igualdad” –donde todos estén mal- y censuran la oportunidad que el Estado ofrece a quienes son verdaderamente un tesoro humano.
Se alega también que el CM es muy caro (120 soles diarios por alumno) pero se olvida que necesitan estar internados pues vienen del “Perú profundo”; que no sólo reciben clases sino materiales, ropa, alimentación y apoyo sicológico para integrarse a través de una experiencia de vida colectiva que supere cualquier huella de desarraigo. Es anecdótico que el Colegio Mayor esté “alojado” en el Centro Vacacional Huampaní –que también es del Estado- y esa obligación consume la mayor parte de su presupuesto.
Es una amenaza contra los niños del Colegio Mayor que, desatendiendo la importancia de la experiencia acumulada en dos años, las autoridades actuales (¿?) hayan dispuesto la casi total remoción del personal, docentes y sicólogos, pretextando la búsqueda de un nuevo perfil. Debiera suponerse, por tanto, que ya saben hacia donde enrumbar la vida institucional. Pero lo que se ha escuchado es que lo “están evaluando”.
¿Saben, finalmente, cómo van a conducir este proyecto único y alentador que tiene el país? ¿O, como hasta ahora, lo van a desalentar, desacreditar y desmantelar mientras siguen pensando?