Mientras los terroristas Lori Berenson, Nancy Gilvonio y Lautaro Mellado celebraban la Nochebuena brindando su libertad con sus familias, en Nueva York, París y Santiago de Chile, el ex presidente Alberto Fujimori estaba solo y deprimido, confinado en su celda de la prisión especial del fundo Barbadillo.
A Berenson, Gilvonio y Mellado les dieron permiso –ilegalmente - para que se vayan a recibir las fiestas de fin de año en el extranjero. A Alberto Fujimori le negaron un permiso más sencillo para recibir el advenimiento de la Navidad junto con sus hijos y sus nietos, en la prisión.
Nadie que sea justo y noble podría justificar semejante inequidad que agravia la razón de ser de la justicia. Léalo bien, señor César San Martín.
Es fácil imaginar cómo pasaron la Nochebuena los hijos de Fujimori, sabiendo que en esos precisos momentos su padre enfermo estaba en la más completa soledad, cumpliendo una condena injusta por delitos ajenos.
El ensañamiento y el odio de algunos hacia Fujimori son tan enfermizos que aquellos aceptan verlo salir de la prisión solo en un ataúd. Como si hubiese sido sentenciado a muerte.
Desesperados porque hay un consenso creciente a favor de que Fujimori sea indultado, tratan de “probar” que el ex presidente finge estar enfermo. Con esta campaña cruel lo único que han logrado es que la gente vea su verdadero rostro de seres desalmados.
Nada más inhumano que ensañarse de esa manera con un anciano de 74 años operado cuatro veces de cáncer, enfermo de depresión y encerrado en una prisión. Para Fujimori no hay compasión, ni misericordia. Para él no puede haber indulto, claman sus enemigos.
Al terrorista Mellado, en cambio, lo ayudaron a conseguir el permiso de viaje. A él sí le creen que está enfermo, aunque luzca saludable y presente un certificado médico ilegal.
Varios terroristas han sido indultados por estar enfermos – uno de ellos trabaja hoy en el IDL- y en ningún caso los caviares gritaron “¡no a la impunidad para los asesinos!”.
Además de los males mencionados, Fujimori sufre de presión arterial alta (“el asesino silencioso”), trastorno circulatorio, cálculos renales, quistes de páncreas y secuelas neurológicas de un fuerte golpe en la cabeza. Basta verlo para reparar que se está muriendo lentamente.
Razones humanas para indultarlo hay de sobra, pero el odio ciega a los que gobiernan su vida con una doble moral hija de su ideología política o de sus rencores.
Esa doble moral los impulsó a eliminar la cadena perpetua para los terroristas por considerarla inhumana, y a imponérsela ahora de facto a Fujimori; a excarcelar a muchos terroristas alegando que no se les podía juzgar dos veces por el mismo crimen, y a exigir hoy que los comandos de Chavin de Huantar sean juzgados dos veces por los mismos hechos.
Hay muchos ejemplos de esa manera perversa de actuar, pero la crueldad que exhiben en el caso Fujimori muestra toda su miseria humana en su exacta dimensión. Ni más, ni menos.
(*) Periodista y analista político
http:// victorrobles.wordpress.com