Finalmente, ¿para qué se educa?

Más allá de las importantes definiciones acerca de qué es y cómo debiera ser la educación, me pregunto acerca de lo que un peruano /peruana piensa respecto de para qué educa a sus hijos.

Que la educación es muy importante ya nadie lo duda. Por ello aparece en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) como que debe ser obligatoria y gratuita en su etapa elemental y escolarizada. La educación busca el pleno desarrollo de la personalidad humana, el respeto a los derechos y libertades fundamentales, además que promueve la tolerancia y la amistad. A todo esto, con algunas precisiones, adhiere la Constitución Política vigente en nuestro país (1993).

La Ley General de Educación Nº 28044 (2003) define que la educación es un proceso que se desarrolla a lo largo de toda la vida. Con ello contribuye a “desescolarizar la idea” según la que la educación es un asunto que concierne a la escuela y por tanto sólo al Ministerio de Educación y a los profesores. Avance muy importante porque hay que insistir en que la escuela (o la Institución Educativa) tiene un rol, pero la sociedad en su conjunto tiene otros, a veces más impactantes, en la formación de los estudiantes. No puedo dejar de pensar en los medios de comunicación.

Este concepto de educar a lo largo de la vida se desprende de un documento muy valioso titulado “La educación encierra un tesoro” (1996) que una comisión de UNESCO produjo encabezada por el político francés Jacques Delors. Allí quedaron establecidos los cuatro pilares de la educación: aprender a conocer, aprender a hacer,  aprender a vivir juntos y aprender a ser. Creo que se entendería mejor si se dijera que eso es lo que debería conseguir la educación si fuera, efectivamente, una educación para la vida.

Entonces se puede concluir en que la finalidad última y trascendental de la educación es FORMAR CIUDADANOS. Debiera quedar claro, en los profesores primero y desde la educación inicial, que lo que tenemos entre manos no es un conjunto de estudiantes cuyo destino es el ingreso a la universidad, sino un conjunto de personas que habrán de vivir en sociedad, profesionales o no.

No debiéramos olvidar que la secundaria concluye entre los 16 y 18 años, al borde de la mayoría de edad y la plenitud de responsabilidades ante la ley. Por eso sorprende que, lejano a todo interés en el fortalecimiento del rol municipal, el Ministerio respectivo haya decidido suprimir, sin una evaluación exhaustiva y esencialmente social, la llamada “municipalización de la educación”.