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Viernes 06 de enero 2012

Política: una mala palabra

Por: Grover Pango Vildoso
Política: una mala palabra
Foto: cafefilomania.com

Hace muy poco me referí a Jacques Delors, presidente de la famosa comisión que produjo el documento “La educación encierra un tesoro” en 1996 por encargo de UNESCO. Allí menciono a Delors como político francés, que así es como lo identifican las más calificadas fuentes de referencia. Y me quedé pensando en la valoración que recibe el término POLÍTICO en otras partes del mundo. Delors es economista y abogado, pero su trayectoria pública desde diputado en el Parlamento Europeo (1974) para luego ser Ministro de Economía y presidente de la Comisión Europea (hasta 1995) le ha permitido la titularidad de ser un político.

Entre nosotros, por muy variadas y no siempre limpias razones, LA política y EL político se han ido convirtiendo en algo degradante, sospechoso y no deseable. La política –se afirma- es sucia y los políticos corruptos, de todas maneras.

Tal vez viene desde antes, pero mi primer recuerdo de los ataques frontales contra los “políticos tradicionales” lo tengo del gobierno de Juan Velasco Alvarado. Por entonces se creó hasta un vocabulario ideo-político, se desdeñó a los partidos para que de la intermediación se ocupara un sistema de representaciones “revolucionarias”, se propuso la fórmula del “no-partido” y, después de tanto trabajo, el país volvió a elegir a Fernando Belaunde, luego de la Constituyente 78-79.

Fujimori arremetió también contra los “políticos tradicionales” y seguramente por eso formó hasta cuatro partidos “no tradicionales”. Ninguno existe a la fecha, pero el fujimorismo estuvo en las elecciones recientes con uno nuevo. Linda forma de no ser tradicional.

Me pregunto entonces ¿por quiénes han sido reemplazados los “políticos tradicionales”? ¿qué ha venido después de ellos que sea mejor que ellos? ¿o simplemente ocurre que –de modo irremediable- la política y los políticos, los viejos y los nuevos, son sucios y corruptos?

No. Hay una crisis en las ideologías (que sustentan a los partidos) y por consiguiente hay crisis en los partidos, parece como producto de una incertidumbre multicausal que hace ya tres décadas atormenta a la humanidad. Pero la política no es ni limpia ni sucia “per se”. La política es compleja, es arte y es ciencia, es filosofía y es praxis, es lo que quisiéramos ser en el molde de lo que realmente podemos ser.

En su versión pequeña y local, tal vez sea como un traje que viste la sociedad, que lucirá –pulcro o manchado- como esa sociedad lo permita. Son los hombres los que ensucian la política.

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