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Sábado 14 de enero 2012

Judíos ultraortodoxos: Fe e intolerancia (I)

Por: Sergio Paz Murga
Judíos ultraortodoxos: Fe e intolerancia (I)
Foto: Diario Haaretz

La escena ha conmovido a Israel: NaamaMargolese describió entre lágrimas en una entrevista televisiva cómo unos “hombres de negro” la hostigaron mientras caminaba rumbo a su escuela y la llamaron prostituta por su manera indecente de vestir.

El ataque no solo era repudiable por tratarse de una mujer, sino porque ella tiene apenas ocho años, una edad en la que todavía juega con muñecas y, lo más seguro, es que en casa nunca escuchó hablar semejantes improperios.

La agresión, que se realizó en la ciudad de BetShemesh –suroeste de Jerusalén–,ha desatado la indignación de millones de israelíes que ven a una comunidad religiosa –los ultraortodoxos– imponer poco a poco sus normas de conducta, sean creyentes o no.

Además, fuera de Israel las reacciones han sido mayores pues se tiene la idea errada de que la comunidad judía es uniforme, monolítica, en la que todos creen y piensan igual en torno a su religión, y no hay ataques entre sus integrantes.

La confusión es regla común. Se asocia “israelí” con “judío”, cuando ser israelí es nacido en el Estado de Israel. Podemos, entonces, encontrar israelíes judíos, cristianos, árabes, musulmanes, drusos, etc.

Judío –valga la aclaración– es aquel que profesa el judaísmo o el que nace de madre judía. Eso quiere decir, que se puede ser judío y declararse ateo o agnóstico.

En Israel,  un país que se ha formado en base a la inmigración, el 80% de su población es judía sea por componentes étnicos, culturales o religiosos y los hay desde sefarditas, asquenazíes, laicos, tradicionalistas, reformistas hasta religiosos  moderados y radicales –los ultraortodoxos–.

Estos últimos son conocidos como los jaredíes –de la palabra jaredim, “los que temen a Dios”–  y los que están en medio de la polémica por su actuación hacia la pequeña Naama y las mujeres, en general. 

Suponen el 10% de la población total israelí y son fáciles de reconocer en las ciudades por su indumentaria que algunos, equivocadamente, llaman “muy judía”: Los hombres visten largas chaquetas negras y sombreros –de la época del siglo XIX en Europa– y las mujeres faldones y blusas con mangas hasta las muñecas o codos.

Por lo general, los “negros”, como suelen llamarlos, viven alejados en sus propias localidades para evitar mezclarse con un mundo corrupto  y alejado de Dios.

El problema surge cuando tienen contacto con esa realidad que aborrecen y tratan de imponer ciertas líneas de conducta que para la mayoría de los israelíes puede ser chocante.

En sus barrios, por ejemplo, es común encontrar colgados grandes carteles que advierten a los visitantes vestir de forma “modesta”. Ni pensar en que una jovencita pasee por Mea Sharim luciendo una corta minifalda o un pronunciado escote. Corre el riesgo de ser apedreada por desvergonzada.

Recientemente se colgaron imágenes en Internet que mostraban a un grupo de ultraortodoxos lanzando con violencia sillas contra un grupo de mujeres que vestían shorts cerca del Muro de las Lamentaciones, el lugar más sagrado del judaísmo.

Aunque en su mayoría, la población israelí trata de llevar la fiesta en paz con los jaredíes y prefiere no provocarlos, las autoridades han reportado un aumento de las confrontaciones con los radicales religiosos en el que las mujeres son las más perjudicadas.

“Hablando con la gente aquí es notorio que hay una creciente tensión con los religiosos”, señaló el corresponsal de la BBC en Jerusalén, Jon Donnison. “Que se llame prostitutas a niñas de ocho años es un shock para muchos israelíes”, agregó. 

PAÌS DEMOCRÀTICO

Uno de los casos más sonados recientemente fue el de TanyaRosenblit, quien rechazó el pedido de un ultraortodoxo a sentarse en la parte trasera de un autobús que viajaba de Ashdod a Jerusalén.

A pesar de que las leyes en Israel castigan la discriminación de cualquier tipo, es cada vez más aceptado que las mujeres se sienten –de forma voluntaria– en los espacios del fondo de los autobuses para no provocar a los religiosos.

Rosenblit, una judía laica, se negó. “Me exigió que me sentara al fondo porque los judíos no pueden sentarse detrás de las mujeres. Me negué. Ashdod es mi ciudad y vivo en un país democrático”, declaró Tanya. “La gente, y menos aún un grupo religioso minoritario, no puede decirme dónde tengo que sentarme”, recalcó.

Otro caso sonado fue el de la soldado DoronMatalon, quien también se negó a irse a la parte trasera del autobús a pesar de las insistencias de un devoto religioso, quien al escuchar la negativa comenzó a gritarle “ramera”.

Matalon declaró que le respondió al hombre: “Usted puede irse al fondo si quiere. Así como usted no quiere ver mi cara, yo no quiero ver la suya”. Además, le insistió que estaba “sirviendo a nuestro país, lo que desafortunadamente significa que también lo estoy defendiendo a usted”.

Las agresiones parecen haber colmado la paciencia de muchos en Israel, en especial de las mujeres que han comenzado a protestar contra la discriminación y el integrismo religioso.

Ya se registraron masivas marchas en Jerusalén, Tel Aviv y BetShemesh con la participación de importantes lideresas políticas como TzipiLivni –jefa del partido opositor Kadima– y LimorLivnat, actual ministra de Cultura.

Incluso, el gobierno ya dejó clara su postura. El presidente ShimonPeres expresó que “se está peleando por el alma de la nación”. Mientras, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, expresó que Israel es un Estado “democrático, occidental y liberal” en el que “la esfera pública es abierta y segura para todas”.

Netanyahu señaló que ordenó a la Policía actuar para contrarrestar cualquier tipo de agresión y en la prensa se habla de que hay agentes infiltrados entre los radicales religiosos a los que consideran un “riesgo para la seguridad nacional”.

Que este rótulo sea ya adjudicado a los ultraortodoxos, como pasa con los grupos terroristas palestinos, ha provocado la molestia en algunos líderes religiosos del país como el rabino jefe asquenazí, YonaMetzger, quien acusó a los periodistas de haber sacado el problema “de toda proporción”.

Incluso, Metzger recordó el papel importante que han cumplido los jaredíes durante mucho tiempo en la conservación de la fe judía, que es base del actual Estado israelí, fundado en 1948.

Entonces, ¿son los ultraortodoxos los malos de la película?, ¿cuánto de cierto hay en la discriminación a la mujer?, pese a ser minoría, ¿tienen algún tipo de influencia política?, y, sobre todo, ¿son capaces de poner en riesgo al Estado de Israel como lo conocemos ahora?

Todas, preguntas que buscan respuestas entre la variada comunidad judía y que iré respondiendo en la segunda parte de este artículo.

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