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Lunes 23 de enero 2012

Época de tránsito

Por: Dante Ramos de Rosas
Época de tránsito
Foto: www.vilmaibarra.com.ar

¿Es el Perú un real estado laico? No lo es en tanto hay un Concordato que une umbilicalmente un sector religioso que es el católico logrando priorizar ese credo en medio de entidades públicas y privadas. Tal Concordato se basa en la historia formativa del Perú en los planos educativo y social.

Cuantas veces vemos que cuando fallece alguien o sucede un hecho luctuoso la jefatura envía por un sacerdote de fe católica discriminando a quienes o no creen o son de otro culto. Nos preguntamos dónde está la discriminación o intolerancia y la respuesta es simple: en ningún momento se nos ha consultado.

Desde el momento que se coloca un crucifijo con una Biblia para que nuestros ministros juren ya hay un sesgo distante de otros cultos y eso fomenta indirecta y sutilmente un islote de los seguidores de otros cultos. Esta a la vista y se ha venido haciendo por mucho tiempo. ¿Dónde están los creyentes de un estado demoliberal de verdad? No se les ve y son fantasmales

Hay intolerancia cuando entidades públicas y privadas se edifican sin rampas para discapacitados, sin baños aparentes para ellos y sin ascensores que tengan una placa al costado de las numeraciones de pisos del ascensor con texto Braylle para que los ciegos detecten donde desean ir.

Hay intolerancia cuando se pretende ser un Ministerio de Inclusión Social pero las tarjetas de presentación de sus funcionarios entre otros artilugios membretados no poseen un mínimo de textura Braylle para ciegos y que este sepa del rango del que está al lado suyo. Y eso tiene una razón de fondo historicista de corte militarizado en sus sociedades. O una civilización es espartana o es ateniense.

Si es espartana la situación es muy clara. Cuando en Esparta un niño nacía con un defecto notorio se le arrojaba al abismo al borde de las montañas del Taigeto. Es decir que la discapacidad se veía como carga o rémora. En cambio en Atenas no sucedía ello. Atenas fue el mundo del nexo entre naturaleza, ciudades y hombres.

No veo más camino para abrir trocha en las mentalidades del peruano medio que empezar un programa masivo de tolerancia desde las currículas escolares. Y que los mismos niños sean agentes de cambio del mundo paterno y materno. Estupideces como la clásica discriminación entre serranos y costeños son resabios virreinales sin sentido. O las disputas entre huantinos y huamanguinos, chotanos y cutervinos o iqueños y limeños son vacuas.

Los artífices del Museo de la Memoria que se está levantando en Miraflores no saben nada de la existencia de un sicólogo como Alfredo Moffat que trabajo para la Gobernación de Buenos Aires hace años en base a una terapia de contención con los familiares de los afectados por el incendio de la discoteca Cromagnon.

Moffat dirigió las tareas de edificación de un Muro del Recuerdo que fue levantado con el concurso de los familiares de los dueños presos y deudos de los fallecidos por el incendio. Así los fue acercando o reconciliando. En base a la memoria de lo bueno de ambas partes en este mundo antes de la tragedia. ¿Cómo así pretenden establecer los dirigentes del Museo vínculos o canales de mínima tolerancia entre bandos enfrentados sino se fijan tareas conjuntas entre facciones?

Es digno de mencionar un ejemplo en Toledo o Salamanca en España donde árabes, católicos y hebreos convivían pacíficamente en base a la libre concurrencia a la Bolsa de Valores de esa época. Hoy existen mecanismos aún más sólidos para disminuir los niveles de intolerancia entre todos

Hay una razón de fondo aún más fuerte que cualquier potente currícula tramada desde cubículos o talleres intensos en sus metodologías. Una sola razón que abriría el campo de la tolerancia hasta límites casi celestiales y es esta: supongamos que me accidente gravemente y necesite una transfusión sanguínea. Resulta que toda la vida me la pase burlándome del gay peluquero de la esquina o de la sirvienta de mi casa o del jardinero que cortaba el césped en mi casa de Asia o Chosica.

Pero resulta que cuando se les propuso a estas personas donar sangre ellas no dudaron un minuto en acudir a mi cama de enfermo, hablarme de frente a los ojos y decirme que lo harían con mucho gusto. Porque aquí la idea a movilizar es el sentido humanitario.

El mismo sentido que hace que un bombero entre a la casa de su enemigo no solo a salvarlo a este sino a sus hijos y mascotas. Ese solo ejemplo basta y sobra para abrir camino al cambio de una patria que grita hace décadas.

Por eso el remate de este artículo es la misma frase con la que termina “El Zorro de arriba y Zorro de abajo” de José María Arguedas. “ Con rabia, no!”. O aún más: “Soy revolucionario... pero no rebelde”, dixit Winston Churchill.

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