Soy de la generación en la cual el cine de México formó parte de nuestra cultura infantil y de adolescentes; hace buen tiempo, contra corrientes que condenan ligeramente ésta manifestación del sétimo arte del gran país norteño, yo lo reconozco.
Acabo de ver en la madrugada, la famosa cinta “Flor de Mayo”, protagoniza por Pedro Armendáriz, Jack Palance y María Féliz y vienen a los recuerdos de mi mocedad bandeada por las salas del Teatro “28 de Julio” y el “Sucre”, las fiestas domingueras de ilusión y las seriales de los miércoles. No había cine de medianoche, ni porno y éramos felices.
Soy y siempre lo seré, victoriano, del “Parque Abeja”, reducto inolvidable a la espalda de la cdra. 21 de la avenida “28 de julio”; donde aún se ubica esa área de juegos, amigos, rivales, primeros escarceos del amor. A pesar que, por esa dinámica social solo perviven dos familias de las de antes, no paso de visitar mi barrio al menos una vez al mes. Soy de afectos eternos.
Hoy es un cine un tanto despreciado; no me importa. Recuerdo a Cantinflas, a Tin Tan, Resortes, Clavillazo, Fernando Soto “Mantequilla”, el villano Wolf Rubinsky y otros memorables actores; las series “Los tigres del ring”, las del “Enmascarado de Plata” que aprecié a la par de dramas, melodramas que le pusieron lágrimas a nuestros días, a través de las actuaciones de Pedro Infante, Jorge Negrete y los hermanos Aguilar.
Las damas como Silvia Derbez y Marga López, al lado del amor de todos en ese tiempo, la rubia Miroslava, (se suicidó y sufrí siendo casi un bebé). ¿Quién puede olvidar “Dios se lo pague, “Escuela de Vagabundos” o “Un día con el diablo”, “Tizoc” y más recientemente “Pigalle” con el desaparecido Resortes en una interpretación magistral.
Nuestra generación le debe mucho a ese cine de oro hoy en declive, confundido con nuestras similares conductas melodramáticas y un tanto huachafas, como somos todos los peruanos al decir de nuestro Premio Nobel, Mario Vargas Llosa; y por ello el afecto a esa época de sustrato tan similar al de nuestra alma peruana.
De vez en cuando, quizá para acercarme a mi infancia reviso en el cable y veo una de esas cintas que nos divirtieron, nos hicieron sufrir, preparándonos quizá para la vida y nos dio a Rosita Quintana y Angélica María, que amaremos por siempre.
¡Viva el cine mexicano!
Magdalena Del Mar, 2, febrero, 2012
Julio Garrido Huaynate