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Viernes 03 de febrero 2012

Controversias sobre lecturas y comprensiones

Por: Grover Pango Vildoso
Controversias sobre lecturas y comprensiones
Foto: clublecturacoruna.wordpress.com

Durante mucho tiempo fue para mí indiscutible la observancia de los llamados “buenos hábitos de lectura” que, generalmente, coincidían con los requisitos de posición, orientación de la luz, un horario adecuado, capacidad de concentración, eliminación de elementos distractivos o perturbadores (ruidos o movimientos) y algunas técnicas de lectura comprensiva, incluyendo la velocidad. Eran los consejos que solíamos ofrecer los profesores a nuestros alumnos.

La primera conmoción que he sufrido sobre estas recomendaciones se produjo hace ya varios años en París, ciudad donde la gente lee bastante y en cualquier lugar. Allí pude ver que los pasajeros leían muy concentradamente en las posiciones más incómodas y entre los ruidos más diversos, en la calle, en el metro o en los trenes. Muchos de ellos eran, evidentemente, estudiantes.

Luego, ya en nuestro país también, se me fue haciendo frecuente conocer muchas personas que tenían esa extraordinaria habilidad. Me sigue pareciendo admirable esa capacidad de abstracción que consigue eliminar, mediante un efectivo acto de voluntad, cualquier asunto que interrumpa la sumersión en la lectura. 

Siendo esto así pareciera entonces que, tal vez contradiciendo aquellos antiguos y recomendables buenos hábitos de lectura, hoy resulta conveniente entrenarse en medio de la adversidad de los factores. Habrá que hacer de lado las comodidades que antes se solicitaban, privilegiando algo que sí resulta irremplazable: la capacidad de concentración. Parece que ahora nuestros niños DEBEN poder leer en medio de la confusión y los ruidos.  No es que sea bueno, si no que es necesario. Y ya que no siempre es posible eliminar materialmente los elementos perturbadores, tendrá que ser la concentración personal profunda y rigurosa la que se encargue de eliminarlos.

Quedan abiertas las dudas respecto de la calidad de la comprensión de lo que se lee en estas condiciones. Si en nuestro país hubiera investigación para comparar en qué condiciones la lectura –y el estudio- son más eficaces, es casi seguro que los resultados serían mejores cuando las comodidades fueran mayores.

A ustedes también les debe haber pasado que, en un mercado, una feria o una galería, nos atienden chicas y chicos que, interrumpiendo la lectura de un libro o de unas copias, levantan la cabeza para preguntarnos en qué pueden atendernos. Al marcharnos, tornan a sus lecturas. No cabe duda que se tratan de estudiantes, seguramente de universidades o institutos que, entre venta y venta, aprovechan el tiempo para estudiar. No son esas las mejores condiciones, pero es lo que tienen a mano. Es el duro aprendizaje que proviene de la necesidad.

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