Si algún día, estimado lector, decide visitar al Consejo de Ciencia, Tecnología e Innovación (CONCYTEC) se llevará una sorpresa. Aunque suene increíble, la sede institucional ocupa una canchita de fulbito, donde sus funcionarios hacen gambetas diarias para eludir la precariedad de su presupuesto que, desde hace años, no supera los 6 millones de dólares anuales. Fue el ministro de educación del anterior gobierno quien les hizo autogol al mudarlos “temporalmente” allí.
En el Foro Económico Mundial de Davos, que acaba de concluir, el profesor Raghuram Rahan ha señalado que la globalización y el cambio tecnológico están aumentando la tasa de retorno sobre del talento, en tanto Ben Verwaayen, presidente de Alcatel-Lucent, mencionó que la clave para el futuro son la innovación y la creación de empleo. La revolución digital y la producción de materiales “inteligentes” están permitiendo a la gente ordinaria a crear tecnología, ayudando a cambiar y mejorar el mundo, afirmó Neil Gershenfeld, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
La experiencia global es contundente: los países están fortaleciendo el rol de la I+D+i para impulsar el desarrollo. En el ambiente local se ven claroscuros. Lo positivo es el ofrecimiento del presidente Humala de crear el ministerio de ciencia y tecnología, para lo cual ha conformado un equipo de expertos que evalúa alternativas de acción. Lo paradójico reside en que, pese la propuesta presidencial, existen voces que aducen es prematuro tener un ministerio y sugieren tibios cambios en el statu quo, atomizado, sin poderío institucional.
Mientras Perú danza en retórica e indecisión, otras naciones de Latinoamérica avanzan prestos como si compitieran en el Rally de Dakar. Desde Costa Rica hasta Argentina, prosiguen modernizando su institucionalidad en ciencia, tecnología e innovación, dotándolas de presupuestos incrementales.
No hay tiempo que perder. La opción más deseable es la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Darle el más alto rango político y su propio pliego presupuestal le conferirá poder y autonomía de vuelo. Fundar el ministerio concretaría el compromiso del presidente Humala de subir al 0.8% del PBI de 2016 los recursos para I+D+i, lo cual equivaldría alrededor de US$ 3,500 millones. Durante el período 2009-2012, el presupuesto anual de CONCYTEC fue, en promedio, 15 millones de soles nuevos, una bagatela frente a los recursos de sus homólogas en la región.
Innovar es esencial para mejorar la competitividad económica, elevar la calidad de vida y materializar el sueño de un desarrollo futuro, competitivo e inclusivo. Esa esperanza la expresa bien el portal de la National Sciencie Foundation (www.nsf.gov) cuando dice “…trabajar en proyectos que pueden parecer ciencia ficción ahora, pero que la gente dará por sentado, mañana…”.
Corea del Sur no ha ganado ningún Nobel científico pero sigue inundando el mercado mundial con oleadas de productos innovadores que van desde la industria automovilística, productos electrónicos, línea blanca, hasta el sector TIC. Su exportación de tecnología superó los US$ 103,000 millones en el 2009. Dicho país aprendió bien la lección, modificando diseños y reduciendo costos en bienes ya existentes, tal como hizo Japón durante los 80s en autos, relojes, etc.
La estrategia recomendable radica en adaptar la creatividad peruana al mercado global, iniciando el “Cambio de la Matriz Exportadora”, sustentada en vender talento y mentefactura. Sin Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, Perú no aprovechará el potencial creativo de sus científicos, investigadores y empresarios innovadores. Y su desarrollo se atascará. Hasta entonces, la I+D+i seguirá en una cancha de fulbito, jugando con pelota de trapo.
César Huamanchumo Plasencia es un reconocido economista sanmarquino, con un master en gestión de empresas.
Enero 29 del 2012