Un 12 de febrero nació Jorge Basadre Grohmann en la ciudad de Tacna. Corría el año de 1903 y la ciudad, que no pasaba de los 11,500 habitantes, tenía ya 23 años bajo la administración chilena, desde el 26 de mayo de 1880.
Hasta promediar el año 1900, la actitud de las fuerzas chilenas de ocupación había sido medianamente cordial con los lugareños. Pero a partir de ese año cambió radicalmente, dando paso a lo que vino en llamarse “la chilenización violenta”. No obstante ello, los esposos Carlos Basadre Forero y Olga Grohmann Pividal habían decidido que “era necesario residir en Tacna, costara lo que costase”, siempre aferrados a la idea que en algún momento debía producirse el plebiscito que venía postergándose desde 1893. Pero don Carlos falleció en mayo de 1909.
De pronto, con la ausencia del padre, la actividad económica familiar, que gozaba de una relativa holgura, se vio afectada hasta el extremo, precisamente por la actitud hostil de las autoridades chilenas. Basadre recuerda: “Se salvó lo que humanamente se pudo salvar. Al fin resultó inevitable la necesidad de viajar a Lima. Bajo el mando enérgico de mi madre, dejamos Tacna el año de 1912.”
De eso hace exactamente un siglo. Junto con sus seis hermanos y su madre llegó a Lima, a los 9 años de edad, quien habría de ser el Historiador de la República. El recuerdo de aquella partida ha quedado así en la memoria de Basadre: “Aunque las circunstancias nos obligaron a dejar el terruño cuando yo tenía apenas nueve años, permaneció vivo en nuestro hogar y en nuestras conciencias, aun cuando fuera desde lejos, con el dulce veneno de la nostalgia, el vibrar de los lazos sentimentales que a aquel nos unían.”
El largo proceso de adaptación a una nueva realidad, en circunstancias tan adversas, había comenzado para el niño Jorge Basadre. Estudió primero en el Colegio Alemán (hoy Humboldt) hasta 1917, año en que fue transferido al Colegio Guadalupe en condición de becario, para concluir su secundaria. “La vida fue para mí acaso más placentera en el Colegio Alemán aunque con más rígida disciplina; en cambio en Guadalupe tuvo momentos de mayor anonimato y de contacto con grandes grupos de alumnos. Ambas experiencias tan diversas entre sí fueron muy útiles frente a las contingencias posteriores de la vida.”
Basadre sintió hondamente el desarraigo y no dudó en expresarlo en diversas ocasiones. En una entrevista respondió alguna vez: “Cuando llegué a Lima era huérfano, pobre y provinciano. Tuve, como dicen algunos, que luchar desde abajo, luchar contra todos los obstáculos y derribarlos uno a uno.” A ello agregó en otro momento (1972), hablando de su familia: “Nos sentíamos y hemos continuado sintiéndonos, aun cuando hayamos residido durante muchos años en Lima, que no ‘entramos’ del todo en ella, pese a lo que algunos supongan ante ciertas apariencias.”
Lima, la gran capital, ha recibido y ha dejado su impronta en una legión muy numerosa de provincianos, muchos de los cuales no han tenido más remedio que buscar su inserción en ella, ya sea por imperativos profesionales o familiares. Basadre fue uno de ellos. Sin embargo, conforme pasaba el tiempo y en especial desde 1972, el Historiador fue buscando la forma de retornar a su tierra natal. Es verdad que falleció en Lima en 1980, pero su espíritu no se alejó jamás de su tierra natal. Y ahora sus restos descansan allá.