Ni conga ni samba ni son

Seguramente los diluvios estivales de este año ocuparán más días y afectarán a más personas que la “marcha del agua”, pero el asunto de fondo durará algún tiempo más de lo que muchos quisieran. Inclúyase también en el balance los precios de los libros escolares y la captura de Artemio.

Creo que sería un error detenerse en la discusión de si la “marcha del agua” reunió apenas unos cientos en vez de miles. Tampoco sirve mucho enfrascarse en el debate de si el tema de Conga es político o técnico. Ese dilema no existe. El problema en torno a Conga –como todo lo que ya hay y lo que se vendrá respecto de la minería- es esencialmente político, incluyendo el respetable argumento del “ambientalismo”. Lo técnico forma parte de las exposiciones y de los desenlaces, pero el meollo sigue siendo político en tanto afecta la vida de las personas y compromete la agenda del desarrollo de un país.

Lo que asoma con claridad es que lo que ocurra con Conga podría llegar a ser un “punto de quiebre” –entendido como una nueva forma de ver las cosas- en el manejo futuro de la explotaciones mineras en el Perú.

No en vano se han movilizado muchas fuerzas políticas, partidarizadas o no, la mayoría enjutas, caudillistas y grandilocuentes   -otras en patética agonía- esperando cosechar parte de una posible victoria. Esa victoria puede expresarse de diversos modos, pero fundamentalmente con la inmediata renuncia del capital privado que dirige el proyecto. Calculan que no será tan fácil, pero harán esfuerzos denodados para que ocurra.

Los más experimentados saben que deben llevar las exigencias hasta los límites más extremos, para alejar cualquier posibilidad de entendimiento, buscando un punto de “no retorno”. Por eso, cuando se replica con el anuncio de “un peritaje internacional académico que permita identificar vacíos” en el EIA, con la finalidad de “asegurar la provisión adecuada del agua en beneficio de la población del área de influencia”, como tan claramente ha señalado el Ministro de Economía, no se puede entender el anonimato de esos equipos de peritaje anunciados, ni ignorar las características y plazos de su posible accionar. Ergo, resulta imposible que se instale la sensatez en medio de semejante baraúnda, cuando no se presentan los elementos que ayudarían a la serenidad necesaria.

Algo más que la requerida opinión del hasta ahora desconocido equipo de peritaje habrá de necesitar el problema de Conga. Tal vez una obra física de envergadura y que revolucione en positivo el desarrollo de la parte norte del país, en específico Piura, Lambayeque y Cajamarca, deberá formar parte adicional de toda esta experiencia. Porque lo que aquí ocurra habrá de ser una buena lección para encarar los conflictos pendientes o en gestación.

Aunque haya quienes no puedan creerlo, una porción de peruanos no quiere la minería en el país. Desde los que exudan cerriles “odios ideologizados” a los capitalismos –especialmente al privado- hasta los nobles defensores de la ecología, hay una multiplicidad de posiciones que ocasionalmente pueden coincidir, como parece ser este caso. Y por ahí, agazapada o actuante, la minería ilegal abre las fauces.

Si las cosas no se aclaran, se ordenan y se cumplen, no habrá conga, ni samba, ni son.