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Lunes 27 de febrero 2012

No puede con Humala

Por César Campos R.
No puede con Humala
Foto: Andina

A través del Twitter, el apreciado colega Luis Jaime Cisneros H. pregunta si no he sobredimensionado el rol de la izquierda en los intentos que hubo hace dos semanas de traerse abajo  al primer ministro Óscar Valdés desde el núcleo del mismo gobierno, a propósito de mi artículo publicado ayer en EXPRESO. (“El fracaso de la zurda sorda”).

Leo la interrogante como una duda no sólo respecto al papel de dicho sector político (todavía con múltiples expresiones) en la intriga anti Valdés, sino también a su volumen como para motivar semejante empresa.

Vía un “retwitt”, le recuerdo a Luis Jaime –nos conocimos en los patios de la Universidad Católica– que jamás he sido ni me he considerado anticomunista o antiizquierda. Puedo ampliar ahora que incluso quienes conformábamos el minúsculo comando universitario aprista nos reclamábamos de “izquierda democrática” y llevábamos el debate con los marxistas-leninistas asumiendo ser mejores intérpretes del autor de El Capital.

Creí y aún ahora lo creo, que la izquierda es necesaria en el espectro político de cualquier país para tocar campanas apenas afloran las garras salvajes del capitalismo (proteger a la oligarquía financiera mundial que gestó la crisis vigente, las zancadillas al orden regulatorio del Estado, el culto al consumo y la banalidad), pero reconociendo a ese sistema libertario como la base del desarrollo de las naciones y promotor de oportunidades para extraer más seres humanos del hoyo de la pobreza.

Quienes hemos tenido la suerte de estar en la República Popular China luego que Deng Xiaoping lanzara el proceso de reforma y apertura en 1978, recorrer sus pujantes ciudades llenas de grúas por su irrefrenable dinámica urbanizadora, apreciar la liberalización juvenil entregada a su capacitación profesional y al disfrute de propiedades (apartamentos y automóviles), tenemos certeza de lo que hablamos cuando nos referimos a una nueva izquierda.

Sin embargo, la nuestra –en su gran mayoría– todavía es tributaria de los hermanos Fidel y Raúl Castro de Cuba, o de la dinastía de Kim il Sung de Corea del Norte. Tiene el chip de frenar la inversión, venga de donde venga. Caricaturiza al empresariado, moviliza bases contra los grandes emprendimientos. Y ahora le ha puesto la puntería al presidente Ollanta Humala y el premier Valdés en el intento de debilitarlos ante el advenimiento de las definiciones del proyecto minero Conga.

La respuesta a esa pretensión la dan los ciudadanos de a pie que –según lo indica la última encuesta de Apoyo difundida ayer– le otorgan a Humala su respaldo en un 59%. Y a su gobierno con 48% contra 39% que lo desaprueba. El mismo sondeo demuestra que esta alta simpatía popular no sólo se debe a la reciente captura del terrorista “Artemio” sino porque valora sus esfuerzos para mejorar al país y su política económica (el ministro de Economía Miguel Castilla tiene 36% de aprobación). Valdés sí acusa el impacto de las campañas en su contra y de sus propios desflemes innecesarios (28% lo apoya).

La izquierda –hasta ahora– no puede con Humala. Menos podrá con la carga de su errático destino.  

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