Carlos Meléndez pregunta si es posible un fujimorismo democrático. “Si el 5 de abril es prácticamente su fecha fundacional, es difícil considerar la creación de una narrativa alterna que rompa con ese pasado”, dice. No es poca petulancia.
Hay que saber, primero, que las causas de los golpes hay que buscarlas en las deficiencias de las democracias que los preceden. Segundo, que esas deficiencias tienen una misma raíz: una fallida arquitectura constitucional, que destruye el equilibrio de poderes.
En el caso de la democracia peruana de 1980, ese desequilibrio era evidente. Contra la creencia común, el Perú no es un país presidencialista. El Legislativo se encaramó sobre el Ejecutivo desde los inicios mismos de la República. No fue corregido en la Constitución actual. El Legislativo prevalece aun sobre el Ejecutivo: el Congreso insiste en un proyecto observado con la mitad de los votos. El resto del continente da el veto al Ejecutivo al exigir dos tercios.
El desequilibrio trae fatales consecuencias: maniata al Ejecutivo. Cuando la demagogia conduce al abismo y el pueblo reclama mano dura, recaemos en el autoritarismo y de allí hacemos la transición al desequilibrio de poderes nuevamente, no a la democracia. Autoritarismo y demagogia se incuban mutuamente.
Pero existe otro desequilibrio aún más perverso. Si el Legislativo prevalece sobre el Ejecutivo, el sistema de justicia ha prevalecido sobre los dos. Tenemos dos sistemas paralelos de control constitucional –“difuso” (judicial review) en manos del Poder Judicial y “concentrado”, del Tribunal Constitucional-. Es peor aún: el tribunal se ha atribuido inconstitucionalmente ser “supremo intérprete” constitucional. No lo dice la Constitución, sino su ley orgánica: es un virtual golpe de Estado.
Y el Poder Judicial prevalece sobre el Ejecutivo: en el continente entero el Ejecutivo nombra a los jueces supremos a propuesta del Congreso. Aquí, propone y nombra autónomamente el Consejo Nacional de la Magistratura. Se suponía que esto iba a acabar con la corrupción de la justicia. Al quitarle al Ejecutivo la atribución de nombrar a los jueces, sin embargo, liquidamos lo que quedaba del equilibrio de poderes sin saber lo que hacíamos.
La apoteosis actual del desequilibrio de poderes en el Perú vaticina su final.
Es precisamente el fujimorismo el llamado a proponerlo, precisamente porque suya fue la decisión del 5 de abril y ha sufrido una década de persecución por esa justicia deleznable, instrumentada por la venganza política.
No solo hay un fujimorismo democrático, sino que es quizás el único partido que puede elaborar una propuesta para una democracia con equilibrio de poderes, una poliarquía.
El joven politólogo, sin embargo, aconseja al fujimorismo aliarse con partidos de mayores virtudes democráticas, como sus adversarios de los 90. Muchas gracias, no hace falta. No eran tan democráticos (Con información de Expreso).