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Domingo 11 de marzo 2012

Los candados de la democracia

Por Ulises Humala.
Los candados de la democracia
Foto: aeronoticias.com.pe

La democracia, entendida como el gobierno del pueblo, y que lo ejerce a través de la elección de sus representantes y el respeto del principio de la separación de poderes, puede ser subvertida a partir de la utilización astuta y maliciosa de sus propias reglas de funcionamiento. El nuevo grupo de poder puede manipular la opinión pública a fin de generar un ambiente propicio para ampliar su esfera de poder controlando los poderes del Estado y subordinarlos al Ejecutivo.

Para lograrlo se pervierte el sistema de participación del pueblo a través de diversas formas de expresión más o menos violentas ejercidas por militantes y simpatizantes o referéndums cuya finalidad última es otorgar cada vez una mayor cuota de poder al grupo de poder. Ya Platón lo advertía: la democracia puede degenerar en tiranía, y para ello es suficiente la aparición de un grupo de poder o de un caudillo ambicioso y que tenga una naturaleza mesiánica. Por ello, una de las preocupaciones centrales de la democracia es poner candados que la protejan.

Frente a un balotaje inédito, en el cual se enfrentan dos candidaturas con serios cuestionamientos por sus vocaciones democráticas, la democracia peruana está ensayando, quizás tardíamente, algunos candados de protección. Así, el Ejecutivo acaba de presentar, para su aprobación, al Congreso, una propuesta de ley a fin de evitar que los aportes de cinco millones de trabajadores peruanos en las AFP puedan ser confiscados por un eventual modelo económico alternativo al actual.

Pero una ley se puede cambiar con otra ley.
Muchos argumentan que, en vista de la composición política del nuevo Congreso, ninguno de los dos contendores presidenciales podría imponer un modelo autoritario, pues tendría una mayoría congresal en contra. La falta de mayoría en el Congreso es justamente el mejor pretexto para cerrarlo, pues un Legislativo mayoritariamente opositor no permitiría la implementación de los cambios deseados por el nuevo grupo de poder. En Ecuador, el presidente Correa no tuvo ni un solo congresista, pues no presentó lista congresal en las elecciones, y aun así cerró al Congreso.

También se afirma que la realidad económica terminará por imponerse al voluntarismo político, que el modelo ya se habría consolidado lo suficiente como para garantizar su propia supervivencia frente a los embates de la política. Otros agregan que, de darse algún atentado contra la democracia, ellos serán los primeros en salir a protestar a las calles para impedir cualquier deriva dictatorial.

Por lo menos en el corto plazo, no parecen muy fuertes estos candados frente a la eventual decisión del nuevo gobierno de arrasar con toda institucionalidad a partir de políticas populistas y de una relación privilegiada del mandatario con el pueblo acompañada por una campaña bastante fácil de desprestigio de la clase política y de las instituciones públicas.

En conclusión, no hay candado seguro para preservar la democracia.

Sólo queda el voto reflexivo a partir del análisis de los antecedentes y el currículum vítae de los candidatos, el entorno que los rodea y sus propuestas de gobierno (Con información de Correo).

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