Jueves 25 de abril 2024 | Contáctenos
No deja de llamar mi atención la escasa cobertura y poco rebote mediático de la primera cumbre virtual que protagonizaron los presidentes de México, Chile, Colombia y Perú (integrantes de la llamada “Alianza del Pacífico”) casi a inicios de la semana pasada, a través de la cual ratificaron sus compromisos de promover un mayor acercamiento económico y comercial de estos países, a materializarse en un tratado firme. Se tiene previsto sumar la participación de Costa Rica y Panamá.
Como lo indicó el mandatario colombiano Juan Manuel Santos, las naciones mencionadas representan cerca de 206 millones de consumidores, tiene un Producto Bruto Interno (PBI) conjunto de cerca de 1,7 billones de dólares, el 35% del PBI de toda América Latina, y realizan más del 55% de las exportaciones de la región.
La cumbre virtual (llamada así por ejecutarse a través de un sistema de video-conferencia, lo que evitó el costoso desplazamiento de los presidentes a un punto determinado) tuvo un primer acuerdo de gran importancia: México emitirá visa para personas de negocios de la Alianza del Pacífico con validez de 10 años, que podrá ser obtenida de manera gratuita en todas las representaciones de ese país en el exterior.
Este encuentro tiene a mi juicio gran trascendencia por dos motivos: primero, la consolidación de un esquema de integración que mira al escenario más promisorio del futuro económico de la humanidad como lo es la cuenca del Pacífico. Relacionarnos así para hacernos fuertes ante mercados tan sólidos como los de China, Japón, todo el sudeste asiático y el mismo Estados Unidos (con el que tuvimos el primer TLC de nuestra historia), señala un derrotero valiosísimo de desarrollo.
Y lo segundo es la reafirmación de la apuesta del presidente Ollanta Humala por este mecanismo sobre el cual había dudas de que pretendiera fortalecerlo. Desde el triunfo electoral de junio del año pasado y tras el mensaje de asunción del mando supremo el 28 de julio, no se exhibió mucho entusiasmo. Parecía que nuestra política exterior quedaría atrapada en los jirones ilusorios de Unasur o la novísima como extraña Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). La Alianza del Pacífico es un acuerdo concreto, expectante y certero de un gran destino.
En la mira
Sin duda, estas señales positivas de Humala ganan la confianza de los agentes económicos y fortalecen los roles tanto de nuestra Cancillería como del Ministerio de Economía y Finanzas. El titular de este último, Luis Miguel Castilla, cobra cada vez más un protagonismo relevante como orquestador de caminos sensatos y oportunos para monitorear al Perú frente a los tormentas de la crisis europea. Nuestros niveles de reservas netas internacionales, exportaciones tradicionales y no tradicionales (éstas últimas ya ostentan dos dígitos en miles de millones de dólares), certificaciones crediticias y otros, hacen de nuestro país un molde muy sólido como para dejarse arrastrar fácilmente al abismo por la turbulencia extranjera, la cual de todas maneras nos impactará.
Por eso Castilla y el premier Óscar Valdés se encuentran en la mira de quienes abogan por el fracaso de las políticas públicas de este gobierno. Deseo que no se alimenta en el lado de la oposición formal sino en el propio seno del oficialismo, tal como lo he venido destacando las semanas precedentes en este espacio. El orden y la coherencia de los que conforman el bloque parlamentario o la base política pro gubernamental con la administración Humala, es un requisito de primera línea para sostener los cambios sociales que ésta se ha propuesto.
Son o no son
En esa línea, la expulsión de las filas del Partido Nacionalista del congresista cajamarquino Jorge Rimarachín ha sido un buen campanazo para organizar bien la casa. No es dable que gente empujada a la representación pública en nombre de un grupo político termine contradiciéndolo o saboteándolo. Y saboteando también a su presidente.
Rimarachín, como otros, tiene el camino expedito para discrepar internamente, pugnar por el éxito de sus ideas y planteamientos puertas adentro. Expresar con respeto y corrección sus diferencias. Pero no puede usar la tribuna que le dio el voto popular con la camiseta del Partido Nacionalista para hacer mofa de Humala y la captura del terrorista “Artemio”.
O en todo caso, Rimarachín y otros tienen el camino de renunciar, irse, abjurar y formar tienda aparte. No hacer el juego que son y no son del oficialismo.
Perdieron los niños
Otro tema grave de la semana ha sido el incendio ocurrido en el depósito donde se almacenaba material educativo que debió ser distribuido antes de empezar el presente ciclo escolar. Textos y computadoras sucumbieron bajo el fuego. El evento genera una cadena de consecuencias donde lo más delicado es el retraso del inicio de las clases en algunos colegios públicos.
La ministra de Educación Patricia Salas no puede eludir su responsabilidad en estos hechos. Responsabilidad por omisión pues sus aprensiones contra lo hecho por el gobierno de Alan García en materia educativa la llevó al extremo de no repartir los libros y computadoras hoy inservibles por el incendio.
Ya hemos visto a la ministra Salas en acciones dudosas y cuestionables contra el sistema de evaluación meritocrática a los miembros del magisterio, los colegios emblemáticos e incluso el proyecto de municipalización. Todo indica que la paralización de la distribución del material ahora quemado pertenece a la misma ojeriza. Con ello no pierde García. Pierde el gobierno actual y, sobre todo, los niños más pobres del país.
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