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REDES SOCIALES
Lunes 19 de marzo 2012

Oportunismo liberal y entrismo "socialista"

Por: Julián Licastro.
Oportunismo liberal y entrismo 'socialista'
Foto: elembudo.tv

El peronismo es un movimiento con una experiencia intensa que resulta difícil encerrar en definiciones rígidas. Sus principales contenidos, que hemos tratado de predicar tantas veces, están inscriptos en su larga trayectoria, donde destacan los sentimientos populares proyectados en sus grandes ideales compartidos. Estos fueron formulados en el momento histórico propicio por sus líderes fundantes, y acompañados por pensadores de excelencia que contribuyeron a consolidar la formación de la conciencia nacional aún vigente y perfectible.

Con los aciertos y errores de sus dirigentes posteriores, hoy está presente en el principio o al final de todo debate político; y nadie piensa siquiera que la Argentina sería gobernable sin el peronismo, en algunos de sus matices, y mucho menos en contra del movimiento en su conjunto. Esta fue la terca realidad donde se estrelló el antiperonismo civil que, incapaz de sustentar una alternativa superadora, se obstinó en una actitud reactiva que desembocó violentamente en las sucesivas dictaduras militares o mixtas que asolaron al país.

Dado el carácter multitudinario e invencible de su fuerza protagónica en la participación social, o en la resistencia popular, hace tiempo que es objeto de una oposición encubierta que trata de infiltrarse por derecha o izquierda para lograr distintos fines. La derecha, con menos argumentos y más oportunismo, aprovechando el punto débil del favoritismo en la cúpula centralizada de todo despliegue político masivo. Y la izquierda, más teórica y discursiva, con un “relato” propio que trata de robar la identidad de una construcción nacional que no le corresponde.

Esto último ha puesto provisoriamente de moda el “populismo”, término que, promediando el siglo XIX, dio nombre a un sistema de ideas socialistas utópicas dirigido a la base agraria de la Rusia de entonces, pretendiendo saltar etapas económicas y soslayar la vía del desarrollo capitalista. Paradójicamente, la conducción populista se atribuía a la “intelectualidad revolucionaria”, con sus llamados “ideales morales” y proyectos pequeño-burgueses de producción, todo ello criticado por subjetivista desde la ortodoxia del marxismo (M. M. Rosental-Ed. Pueblos unidos, 1980).

Si esto lo dicen los viejos manuales del P.C., es interesante comprobar como su componente elitista se refleja en el hablar cotidiano, donde el diccionario enciclopédico señala: “el populismo es una ideología que, preconizando su amor al pueblo, pretende resolver sus problemas sin contar con su participación democrática” (Jaume Colás Gil- Vox Biblograf, 1995). Es decir, una forma de manipulación en las antípodas de la democracia integral, sobre la base de los trabajadores organizados y una ciudadanía libre y creativa fiel a sus diferentes idiosincrasias territoriales.

El término sirve, además, para enmascarar el reciclaje de personajes de pasado reaccionario o “progresista” que, postulando indiscriminadamente “derechos” y no “deberes”, declaman su reedición política como una etapa superior del movimiento creado en 1943/1945, instrumentado a veces el nombre del último delegado del general Perón, el Dr. Cámpora. Es un intento engañoso de dejar en el olvido los valores, principios y tradiciones de un movimiento enraizado con la cultura nacional y su verdadera actualización, al ritmo de avance de la conciencia popular argentina. Esta evolución requiere el concurso enriquecedor de todas las ideas y fuerzas partidarias, a condición de sincerar su identidad y finalidad política.

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