El síntoma del transfuguismo

El transfuguismo carecería totalmente de importancia práctica si no fuera porque la gobernabilidad en el Perú depende absolutamente de que el gobierno tenga mayoría parlamentaria. En efecto, como en el Perú existe un grave desequilibrio de poderes consagrado en la Constitución, la manera de consguir alguna gobernabilidad ha terminado siendo la de contar a como dé lugar con mayoría parlamentaria, propia o prestada.

La democracia, sin embargo, es el sistema político que debería garantizar la gobernabilidad especialmente cuando el gobierno no tiene mayoría parlamentaria. Si eso no sucede, se debe a que no tenemos conciencia del desequilibrio de poderes y no reparamos la falla en la arquitectura de nuestra democracia. Si la gobernabilidad de un país depende de que unos pocos votos pasen del oficialismo a la oposición o viceversa, tenemos un serio problema. Entonces adquiere importancia el transfuguismo. De existir equilibrio de poderes, en cambio, el transfuguismo sería irrelevante.

Castigar el transfuguismo sin restablecer el equilibrio de poderes, por eso, es atacar el síntoma en vez de la enfermedad. Es tomar, una vez más, el rábano por las hojas. Con peligro, además, de incurrir en una flagrante inconstitucionalidad: la Constitución –nos guste o no– dice que los representantes “no están sujetos a mandato imperativo”. No hace excepción siquiera de los propios partidos políticos que los llevaron al Legislativo. Eso tiene su sabiduría, que los curiosos pueden rastrear en la famosa carta de Edmund Burke a los electores de Bristol, del siglo XVIII. Pero es lo de menos. El hecho es que una ley que castigue el transfuguismo será fácilmente objeto de una demanda de inconstitucionalidad por el sancionado. Y la ganará (Con información de Expreso).