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Viernes 23 de marzo 2012

Vigil, solitaria columna de mármol

Por: Grover Pango Vildoso.
Vigil, solitaria columna de mármol
Foto: Medios

Manuel González Prada dijo de Vigil: “Solitaria columna de mármol a orillas de río cenagoso”. Infrecuente imagen de admiración que despertó este sacerdote rebelde en otro rebelde insigne como González Prada.

Se llamó Francisco de Paula González Vigil Yañez (1792 – 1875) aunque es más contundente y sencillo recordarlo simplemente como Vigil . Nació en Tacna en la pequeña chacra de sus padres de nombre admonitorio: “Piedra Blanca”. Como brillante sacerdote fue catedrático de Teología en Arequipa a los 23 años, donde comenzó su interés por la educación aunque también sus tribulaciones de librepensador.

Por ello fue elegido Diputado por Tacna en 1826 y reelecto hasta hasta 7 veces. En medio de la anarquía de los inicios de la República, Vigil logró advertir las transformaciones que en el Perú se producían o avizoraban. “Después de conseguida la Independencia, nuevo teatro, nuevas ideas me iban transformando poco a poco.   Mi espíritu recorría otros espacios; dejé en libertad mi razón, este inapreciable don de Dios; pensé y ví, medité, me  desengañé, y no quise apagar la luz que a muchos servirá” dijo en algún momento.

El nombre de Vigil se asocia a su defensa de los derechos de los Estados frente a las pretensiones de la curia romana, con lo que obtuvo hasta tres bulas de condenación.  Si fue capaz de enfrentarse a Roma siendo sacerdote, no sorprenderá que como político lo haya hecho con gente poderosa como Simón Bolívar, Agustín Gamarra y Andrés de Santa Cruz en lo político, o con del Obispo José Sebastián de Goyeneche en lo religioso. Pero además fue contemporáneo de Bartolomé Herrera, dignatario de la iglesia, educador notable, ilustre defensor del autoritarismo y el conservadurismo con cuyas posturas tuvo abierta discrepancia.

La sabiduría de Vigil le permitió abordar y luchar “con indomable energía de carácter, tenaz espíritu polémico y prolija erudición” como decía Jorge Basadre, por una multiplicidad de temas importantes como la paz perpetua y la federación americana, la abolición de la guerra, la soberanía nacional, la forma republicana de gobierno, la utilidad de las asociaciones, la educación popular y de la mujer, el matrimonio y el divorcio, así como contra las dictaduras, la pena de muerte, la esclavitud y el trabajo indígena.

En palabras de Vigil encontraremos el poderoso vínculo que el sabio encuentra en lo que debiera llamarse con propiedad “educación cívica”: “ (…) la verdadera y completa educación de un pueblo no consiste sólo en instruirlo, (…) sino en la práctica de los deberes, en la observancia de los buenos sentimientos, y en la adquisición de hábitos virtuosos en el orden de la sociedad. Por eso hemos dicho (…) que las leyes mismas, por buenas que sean, no tendrán gran importancia si no hay costumbres formadas, si no hay armonía entre éstas y aquéllas. La mejor educación del pueblo es darles buenos ejemplos, que son una lección viviente y eficaz sobre cuanto pudieran decir las bellas palabras. Pero si en vez de buenos se dan malos ejemplos; si los gobernantes que juran la observancia de las leyes y exigen su cumplimiento de los demás, las quebrantan ellos a placer y escandalosamente; si los jueces, dispensadores y guardianes de la justicia, la tuercen y la ofenden a nombre de ella misma; si los maestros de la moral son inmorales; si la inmoralidad está acompañada de la protección y el bienestar; y la honradez y la virtud desairadas y olvidadas, ¡cómo ha de educarse al pueblo; cómo no se le ha de corromper poderosa e incesantemente!.”

Pareciera que Vigil hubiera escrito esto conmovido por nuestro país actual, aunque lo haya dicho en 1856.

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