Todo está a la venta

Dicen los socialistas que la sociedad de consumo no se define, en absoluto, por la cantidad de productos consumidos, sino por el hecho que toda la existencia humana resulta orientada hacia el consumo. La casa nueva, el automóvil nuevo, el celular nuevo y lo último en moda pasan a ser los objetivos más importantes de la existencia. Y es así como el hombre se deshumaniza y se convierte en "cosa". Yo no estoy de acuerdo, ya que creo que en las sociedades modernas todo está la venta. Si alguien vale algo, lo normal es que se le reconozca su talento y se le trate de seducir, rentar, comprar. Si nadie le tienta, mírese al espejo, revise sus valores o cambie de desodorante. Algo está mal en usted y huele muy mal. Y como me parece escuchar que los principios no están en venta; respondo que estos son parte del empaque que aumenta el valor de esa marca andante que es usted mismo y que tiene que venderse.

El título de este artículo quiere decir lo que dice; es decir, que todo es mercancía. Esto no significa que usted se ha convertido en "cosa", pero sí que las cosas le dan sustento y profundidad a la vida. En los templos y en las universidades todavía se discursea contra el consumismo presentándolo como la mayor enfermedad de nuestro tiempo. Por mi parte, estoy de acuerdo con los que piensan que el hombre debe percibir su vida como un capital que hay invertir provechosamente. Si lo logra, tendrá éxito y será feliz. En caso contrario, la infelicidad es lo que sigue. O sea, preguntarán algunos despistados, "¿Que el valor de una persona reside en su éxito en el mercado y no en sus cualidades humanas?" La respuesta es que si esas cualidades no le ayudan a llevar una vida digna, entonces no son cualidades. "Que esto se llama deshumanización". ¡Mentira! Amar al hombre es ayudarlo a cargar el peso de su individualidad y a creer en el poder de la razón para cambiar su vida. Amar al hombre es armarlo con una moral que lo vitalice, que lo llene de deseo y ambición, que le haga sentirse orgulloso de su vida y de sus logros. Quienes dicen que son humildes y en verdad lo son, es porque en realidad no valen nada.

La "cosa", que es toda obra humana, tiene en sí el aroma de su creador; es pues alma, y sólo seres con un alma muy pequeña pueden decir que una "cosa" es sólo una "cosa". De aquí mi convicción que una sonda espacial, una modesta vacuna contra el cólera o una simple bolsa de avena, tienen más amor, profundidad y significado que todos los discursos juntos de estos moralistas de pacotilla (Con información de Correo).