Por la innovación, movilicemos al país

Han pasado casi veinte años desde que visitando, acompañado de mi esposa el entonces llamado Parque de Las Leyendas, ubicado en el distrito de San Miguel, fui a dar, animales en cautiverio aparte, a una zona donde un cartel señalaba no con poco orgullo la contribución de la minería extractiva a la economía peruana. La contribución de esta al volumen total exportado constituía decía el letrero la prueba contundente de lo que este sector que envía materia prima fundamentalmente bruta allende nuestras fronteras desde siempre representa para nuestra economía. En efecto, no hay sector que contribuya más para la captación de divisas que este.

No han pasado más de cinco años desde que un compatriota y amigo mío que se encontraba reinstalándose en tierra limeña luego de varias décadas de residir en el extranjero, buscando enseres para equipar su apartamento, me dijo que no era posible que en el Perú no pudiesen fabricarse cosas tan simples como una licuadora, una plancha... “Estas grandes casas importadoras, al igual que las secciones de electrodomésticos de estas cadenas de supermercados que surgen por doquier en Lima y pronto lo harán en las ciudades del interior, no son más que monumentos a la desindustrialización de nuestro país querido Francisco”, me dijo entonces mi sobresaltado amigo.

He ahí dos imágenes que durante los últimos años me han enrostrado la situación en la que se encuentra la actitud creadora, partera de la innovadora, es decir de la innovación en nuestra patria. En nuestro país no ceso de repetir y lo digo ahora en voz alta, salvo contadas excepciones, poco o nada de valor se le añade a lo que su suelo y su riquísimo subsuelo generosamente ofrecen. El llamado Valor Añadido, en un momento parte del argot tan solo de los economistas, hoy parte del lenguaje corriente, que no nos indica otra cosa que lo que podría generar la creación fortaleciendo la economía y sobre todo beneficiando a la sociedad en su conjunto, brilla por su ausencia.  

El Perú, país a quienes no pocos sin carecer de justificación se refieren como la excepción macroeconómica de la región, pues da muestras hoy de una dinámica que responde positivamente al menor estímulo proveniente de la demanda internacional por materias primas, es sin embargo un miembro del mundo globalizado que corre el riesgo de mantenerse en el pelotón de los rezagados. De los perdedores con el pasar del tiempo, de no asumir todos los peruanos en conjunto el desafío de hacer que la innovación, es decir aquello que nos permite proyectarnos hacia el futuro generando escenarios que nos potencien como país, constituya un objetivo verdaderamente nacional.

Nada está aun perdido, pruebas al canto son los ejemplos de países que en el intervalo de tiempo de poco más de una generación han dado el gran salto en la innovación y entrado así a formar parte de la vanguardia de los creadores de lo nuevo en el mundo. Estamos a tiempo, pero a condición de no perder un minuto más. Los recursos financieros no faltarán si para esto se cataliza hoy la necesaria movilización de la sociedad en su conjunto, fomentando desde el Estado, el mundo empresarial organizado, los centros universitarios y la sociedad civil, la actitud masivamente innovadora en nuestras gentes, condición necesaria para aprovechar de las oportunidades que nos presenta ante nosotros el mundo globalizado.