Corte de La Haya: el fallo del 2013

El próximo año será decisivo para la política exterior peruana, habida cuenta de que en su curso la Corte Internacional de Justicia de La Haya dictará sentencia en  la demanda planteada por el Perú sobre sus límites marítimos con Chile. Será clave no sólo por lo que significará para la imagen del país reforzada año a año por su estabilidad y crecimiento sostenido, sino por sus implicancias internas y externas  de cara al bicentenario de nuestra independencia nacional. Fijadas las fechas para los informes orales de los equipos legales de ambos países –el 13 y 14 de diciembre de este año– el momento de la expedición del fallo será necesariamente y a más tardar a finales del próximo.

Perú y Chile sostienen que sus argumentos son sólidos para dirimir la contienda en su favor. Pero mientras Chile intenta e intentará hacer prevalecer una supuesta solución de la controversia con otros documentos suscritos por ambos países, Perú basa su alegato en la doctrina y en los antecedentes internacionales sobre el  tema, por lo que –diríamos– tiene una evidente ventaja de su parte. La doctrina y los antecedentes son inamovibles o, en todo caso, se van enriqueciendo con la historia. Los supuestos acuerdos están rodeados de una serie de circunstancias y cuestionamientos de orden jurídico que los hacen materia debatible y no zanjada.

De otro lado el ánimo en el Perú es óptimo y parejo frente al desenlace, mientras que en Chile ha crispado algunos ambientes políticos como lo prueba la reflexión hecha por el analista y diplomático José Rodríguez Elizondo, quien sostuvo que las autoridades de su país deberían preparar a sus conciudadanos para ser “realistas” en torno al diferendo marítimo con Perú en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, ante la existencia de un riesgo de pérdida. “Deberíamos ser realistas. Nosotros aceptamos someter este tema a un contencioso internacional, nos comprometimos a respetar el fallo, y pese a que tenemos una confianza total en nuestras razones jurídicas, políticas y económicas, no podemos comprometernos por los 12 jueces que van a fallar esto”, declaró a una radioemisora chilena. La reflexión parecería innecesaria dado que si uno acude a un juez es porque está dispuesto a aceptar su fallo. Pero en el caso de Chile, el temperamento, incluyendo el de las propias autoridades oficiales ha sido el de insinuar patear el tablero ante un fallo adverso.  Es evidente que ello es una muestra de inseguridad.

Planteamos la demanda en un ambiente de gran unidad nacional; escogimos un grupo selecto y muy profesional de especialistas para prepararla y sostenerla;  manejamos el tema con solvencia y discreción desde un primer momento. Tuvimos el suficiente criterio y la claridad como para que las relaciones con Chile en este periodo no se afecten por esta demanda, legítima, que sobre un tema específico planteamos ante una autoridad internacional  competente, debido a que Chile se negó a discutir y negociar una solución bilateral a la controversia.  Era su derecho como es el nuestro demandarlo. Y, por cierto, será nuestro deber aceptar lo que ese juez internacional al que acudimos decida. Y nadie tiene que recordárnoslo.

En el contexto nacional e internacional, seguimos siendo un referente  en crecimiento económico y estabilidad financiera, además de no haber incursionado en ninguna carrera armamentista y de promover en los foros y espacios internacionales una abierta cruzada contra ella. Todo ello nos da tranquilidad y optimismo con miras a un fallo internacional que acaso sea el punto de partida para consagrar, ya mismo, nuestra presencia líder en esta parte del Pacífico (Con información de Expreso).