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Martes 27 de marzo 2012

Sarkozy coquetea con la extrema derecha

Por: Sergio Paz Murga.
Sarkozy coquetea con la extrema derecha
Foto: Telegraph

En abril del 2007 Nicolás Sarkozy ganó la presidencia de Francia avalado por su experiencia como ministro del Interior y con la promesa de realizar las urgentes reformas que necesitaba el país para modernizarse.

No era un desconocido pero sí una figura que daba aires de cambio a la anquilosada política gala, heredera de la V República.

Pero Sarkozy, quien en su primer discurso como presidente dijo que “ante todo, primero era Francia y los franceses”, comenzó a poner más energía en el frente externo. El ‘sarkozysmo’, como algunos lo llaman, quería recuperar el peso de París en la geopolítica internacional.

Poco a poco comenzó una política más activa en torno a lugares como África –que vivió la Primavera Árabe en Túnez, Libia y Egipto–, el Medio Oriente y la misma Europa –profundizando su alianza con la Alemania de Merkel–.

Pero llegó la crisis financiera mundial y Sarkozy tuvo que reacomodar sus fichas, manteniendo un equilibrio entre su protagonismo internacional y un liderazgo nacional para evitar que el país se vaya al foso como ocurrió con España, Italia y Grecia.

Los franceses, sin embargo, no han estado muy contentos con el trabajo de su presidente. Por el contrario, en los últimos años criticaron duramente su política económica que no blindó a Francia de los golpes al interior de la UE.

Miremos las cifras. El sector privado ha perdido 190,000 trabajos desde que Sarkozy asumió el poder en el 2007, con el sector industrial sufriendo la peor parte debido a que los fabricantes perdieron plazas del mercado en el exterior.

El déficit público llegó al 5.4% del PBI en el 2011, y la deuda pública al 90% del PBI. Se calcula también que hay 2.8 millones de desempleados, una cifra que subiría a 4.5 millones si se toma en cuenta a los que trabajan unas horas al mes.

Mientras, el Banco Central aseguró que la economía francesa se estancará en el primer trimestre producto de la pérdida de la calificación crediticia AAA.

La situación es tal que en diciembre una encuesta reveló que Francia era el país más pesimista del mundo por encima, incluso, de naciones fallidas como Irak o Afganistán.

Así las cosas, la mayoría daba por hecho que Sarkozy perdería las elecciones y que la izquierda, con el desfasado Partido Socialista (PS) a la cabeza, volvería al Palacio de Eliseo.

Repunte electoral

Las cosas, sin embargo, no están tan fáciles para François Hollande y sus huestes. Por primera vez en dos años, las encuestas señalan que Sarkozy volvió a liderar –aunque por escaso margen– las preferencias electorales.

El repunte se explica por el retorno de Sarkozy a un discurso más derechista que rechaza el derecho al voto de los extranjeros, se pone a favor de reducir la inmigración, e incluso amenaza con sacar al país de la zona Shengen.

En medio de las críticas de algunos de sus propios partidarios, el mandatario ha tomado el firme propósito de arrancarle los votos a la extrema derecha del Frente Nacional.

En enero su lideresa, Marie Le Pen –hija del polémico Jean Marie Le Pen–, alcanzó su punto más alto en los sondeos al declararse en contra de la inmigración, pedir la salida de Francia de la zona euro y exigir una política proteccionista para superar la crisis internacional.

Sarkozy, en ese entonces, se proclamaba como un centrista y un estadista que tenía la experiencia para sacar al país de la tormenta. Pero los números le fallaron.

Ahora, intenta sacar del discurso electoral la crisis y poner en el tapete otros temas que, si bien pueden ser secundarios, han demostrado que están en la siquis del pueblo francés: Su antipatía por lo extranjero.

Si en el 2007 hablaba de reformas profundas hoy –aunque lo desee– se abstiene de pedir el desmantelamiento del Estado de Bienestar. Y si alguien le recuerda la crisis, se compara con España e Italia, que están peor, en vez de mirar hacia EEUU o Alemania, que son sus “modelos reales”.

Según fuentes cercanas a su partido, el UMP, Sarkozy cree que la crisis está llevando a Europa a un clima más nacionalista y ultraconservador como el de los años 30, y quiere sacarle provecho.

Su campaña habla de una “Francia fuerte” –basado en el trinomio ‘trabajo, patria y familia’– que recuerda al slogan “France plus forte” que utilizó el régimen colaboracionista de Vichy durante la ocupación nazi.

De otro lado, si alguien cree que Sarkozy solo tiene en cuenta debilitar al Frente Nacional, se equivoca. Su campaña también tiene en la mira a los socialistas desencantados con el desabrido de Hollande.

Ahora promete crear un impuesto fuerte a los franceses que tienen su residencia fiscal en el exterior y aplicar una economía más proteccionista que antepongan los productos y la mano de obra gala antes de los extranjeros. Los campesinos y los residentes de las áreas rurales aplauden.

Nadie sabe hasta donde pulsará Sarkozy para lograr su reelección pero lo cierto es que conforme se vaya acercando el día de los comicios, radicalizará su mensaje y se convertirá más en ese populista que un día dijo aborrecer.

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