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Martes 27 de marzo 2012

El Perdón

Pore: Luciana Campora
El Perdón
Foto: www.cosasparatumuro.com

El Perdón es el agua que limpia y libera del pasado. Si realmente deseamos evolucionar, debemos aprender a Perdonarnos y a Perdonar a los demás.

El Perdón es la capacidad de Amar pese a lo que haya sucedido, de Amarnos a nosotros mismos, de aceptarnos tal como somos, con todo y defectos, con todo y fallos, como partes del proceso de crecimiento que conformamos. Como humanos, no somos perfectos, vinimos a aprender y a explorar en un mundo de contrastes, en el que prima la confusión. Tenemos ese derecho: el derecho a errar, a equivocarnos, a elegir mal o no elegir en absoluto, con lo que dejaremos que sea “la vida” o los demás quienes manipulen nuestra existencia. Pero es cierto que por ese camino, nunca encontraremos la felicidad.

Tenemos derecho también, a desperdiciar nuestra encarnación, sin siquiera imaginar que podemos buscar la felicidad.

Es lógico que al explorar con los ojos tapados tropecemos con más de un obstáculo, con más de una valla, con más de un mal pensamiento o mala acción, con todos los malos pensamientos y malas acciones de todas las personas que, al igual que nosotros, tantean su propio camino a ciegas a nuestro alrededor; y creamos que esa es la única realidad que existe.

Ahora llega a nosotros un poco de conocimiento espiritual. De repente, caemos en cuenta de que no estamos en este mundo por azar, nuestra existencia tiene un propósito, tenemos una tarea por hacer, algo  que nos demanda quitarnos la venda de los ojos. Vinimos a crecer, y a disfrutar de esa experiencia.

Vinimos a ELEGIR, a vivir con libertad para develar al máximo nuestro potencial, y en ese proceso interactuar con otros, para aprender de lo que nos puedan enseñar, y para brindar nuestros talentos y nuestro ejemplo.

Vinimos a descubrir que detrás de todas las apariencias sólo prevalece el Amor. Que siempre fuimos y siempre seremos seres de Amor.

Podemos, si lo deseamos, negar la verdad de quiénes somos y el Poder que tenemos, nadie va a juzgarnos por eso.  Pero bien sabemos que el tiempo de nuestra actuación sobre este escenario tridimensional no es eterno. En algún momento, alguna circunstancia nos hará despertar. Y al abrir los ojos y caer en cuenta de la forma en que nuestra experiencia está dispuesta, nada más que para que aprendamos a descubrir la Felicidad y el Amor que son nuestra esencia, entonces, de poco nos servirá culparnos. ¡Ya no habrá nada por lo que nos podamos culpar!

Si logramos ver a nuestra existencia como el campo abierto donde realizar un experimento de vida, donde probar, e intentar, y cometer errores hasta dar con la clave justa que nos permita evolucionar, y seguir hacia delante, probando e intentando nuevas formas, nuevas “verdades”… ya no tendremos motivos para desaprobarnos.

Comprender esto nos ayuda a Amar, a comprendernos y a desarrollar la tolerancia hacia las acciones de los demás, pues ellos son seres libres, al igual que nosotros, experimentando con su propio juego, su propio camino. Jamás podrán realmente dañar a nadie. No somos este cuerpo ni esta alma, somos un Ser Superior, un Espíritu eterno e incorpóreo, que está más allá del dolor, de la desvalorización o el sufrimiento, que al instante lo Ama y lo comprende todo, que Ama ilimitadamente a cada uno de sus compañeros, que se ofreció a este juego por propia voluntad.

Amar es Perdonar, porque el Perdón es el Amor que comprende cada etapa del proceso de la evolución. Donde existe comprensión no existe daño.

Cuando nos comprendemos a nosotros mismos como almas evolucionando, aprendiendo de cada error cometido podemos ser realmente libres, ya sin temor al “pecado”. “Pecado” significa “olvido”. Si logramos comprender por qué olvidamos que somos Dios, entonces volveremos a sentir que siempre lo fuimos.

Todo Karma culmina con el Perdón.
Cuando nos vemos ligados en una cadena kármica con otras personas a quienes dañamos o nos dañan, hace falta que al menos, uno de los implicados corte el cordón, con Amor. Perdonándose y perdonando al otro, comprendiendo el propósito real de la situación desde una perspectiva más elevada, la energía del mal se disipa y en lugar de generar más negatividad mutua, cortamos el círculo, y quedamos libres de ese karma. La otra persona sentirá la desconexión, sentirá el “corte”, y reconocerá instintivamente, en un nivel celular, que ya no estamos dispuestos a seguir el juego. En consecuencia la relación se verá transformada. Los lazos con esa alma quedarán limpios. Ya no guardaremos respecto a ella ninguna deuda, y a partir de allí, lo que ocurra o deje de ocurrir dependerá de nuestra propia elección más que nunca, pues ya no habrá un patrón a seguir, ya no habrá un “karma” tironeando de nuestros actos.

Cada vez que un karma se diluye, sentimos una liberación inmensa, la satisfacción de haber alcanzado una meta, de habernos librado de una garra invisible. Comenzamos a percibir cosas que nunca habíamos visto, a apreciar todo lo que aprendimos. Cuando esto suceda, sabremos que hemos alcanzado un nuevo Nivel de Conciencia. Gracias a esa relación Crecimos. Gracias a esas dificultades, superamos nuestro propio obstáculo interno. Gracias a esa persona, a esa dificultad, a ese dolor, hoy estamos más cerca del Verdadero Amor.

No hay un Dios que esté esperándonos para pesar nuestra alma y enviarnos al Cielo o al Infierno por lo que hayamos hecho. El único juicio al que nos enfrentamos es el nuestro. Nuestro juicio será lo que haga que vivamos el Cielo o el Infierno, pero no al momento de desencarnar… ¡Sino aquí mismo! Así como nos juzguemos será la vida que nos demos, así como pensemos acerca de nosotros mismos, será la felicidad, la plenitud, la realización que nos permitamos tener; o la inseguridad, el sufrimiento y el “castigo” que nos propinemos. Ningún Dios fuera de nosotros puede saber si lo que hacemos está “bien” o “mal”. No existe el “bien” y el “mal” para la percepción espiritual, sólo un camino que no existió antes de nosotros. Un sendero que nosotros construimos a nuestro antojo.

Dejemos de arrastrarnos suplicando el Perdón ajeno, el Perdón de un Dios inexistente. Somos Dios. Si nosotros no nos perdonamos, él no podrá hacerlo.

Perdonarse no es arrepentirse de lo hecho, ni confesarlo, ni purgarlo con una buena acción posterior. Perdonarse verdaderamente, es reconocer que siempre obramos bien. Obramos según nuestro Derecho Divino y nuestra Libre Elección. ¿Lo hicimos con mala intención, equivocados, confundidos? Tal vez, pero con el propósito espiritual de aprender… y al final: APRENDIMOS ¿No?

Extractado del libro: Dioses en la Tierra, de Luciana Cámpora.

www.lucianacampora.com

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