Eso de exportar piedras, digamos, exportar materia prima sin ningún valor agregado es ser parte de la fotografía de un país que quiere vivir en la marginalidad del subdesarrollo con tantos recursos naturales en la comarca.
Hay que escapar de eso. Claro que no es fácil porque los países desarrollados, poderosos, que no quieren perder el poder, pugnan por mantener su hegemonía y evitan la competencia.
El diagnóstico indica que el Perú exporta piedras y otorga mano de obra barata para felicidad de las transnacionales cuya manija la conducen los extranjeros. La idea es bregar para que esto cambie.
Hay, en la actualidad, un consenso saludable en aplaudir la recuperación del Lote 88 del gas del consorcio Camisea para el consumo interno, que será realidad en una ceremonia el martes en el Cusco, y la construcción del gasoducto Sur Andino anunciada por el gobierno.
Estas dos promesas presidenciales que van haciéndose realidad consiguen aplausos de todo el espectro político, inclusive de algunos críticos del proyecto Conga que hablan hoy de que la lucha por la gran transformación no debe frenarse.
La cuestión es simple. Hay en la recuperación del gas para el consumo interno un sentido nacional que tiene que ver con dar bienestar a los nuestros antes que otros se aprovechen de nuestros recursos.
Habrá gas barato, dice el mandatario Ollanta Humala y los especialistas indican que el gas impulsará un polo petroquímico y desarrollará la industria en el sur país. Más industria, más trabajo, menos dependencia.
Un polo petroquímico implica darle valor agregado al gas que sale del corazón de la tierra, implica la producción de fertilizantes, plásticos; apertura a la ciencia y aplicación de la tecnología.
La recuperación del gas debe ser la línea que debe seguir el gobierno, dándole siempre prioridad a los intereses nacionales, que puede ser el sello del nacionalismo nuestro, tan indefinido (Con información del diario La Primera).