Veinte años después del 5 de abril, se sigue repitiendo que la democracia de los 80 –hija de la Constitución del 79- era perfectamente capaz de acabar con la hiperinflación y vencer al terrorismo. La verdad, sin embargo, es que esa democracia carecía de equilibrio de poderes y fue incapaz de articular durante una década entera una respuesta eficaz frente al terrorismo y a la hiperinflación. Por esa vía, se convirtió en su causa eficiente.
En julio de 1990, no bien entrado, el gobierno pidió al Congreso facultades legislativas para enfrentar el terrorismo y la hiperinflación –ya fuera de todo control- y el Congreso demoró un año en dárselas, en junio de 1991. Mientras tanto, el Ejecutivo tuvo que gobernar mediante decretos de urgencia. Segundo, cuando entre junio y noviembre el gobierno pudo emitir por fin 117 decretos legislativos reformando íntegramente la economía y la legislación antiterrorista, en noviembre el Congreso derogó 28 de ellos, sobre todo los de pacificación. Tercero, el desequilibrio de poderes llegó al paroxismo cuando el Congreso aprobó en enero de 1992 una ley inconstitucional que sometía al poder Ejecutivo el Legislativo, la “ley de control parlamentario de los actos del Presidente”. Por ella el Congreso se facultó a sí mismo, inconstitucionalmente, a derogar los estados de emergencia y de sitio, y a derogar igualmente los decretos de urgencia de que se había valido el ejecutivo, precariamente, para gobernar y enmendar, por Ejemplo, las leyes de Presupuesto de 1991 y 1992 que el Legislativo había convertido en pasto de la demagogia.
El Legislativo maniató, pues, al Ejecutivo para impedirle gobernar en medio de la peor crisis que había conocido el Perú. Fue un verdadero golpe de Estado en enero de 1992, semanas antes del 5 de abril. Por eso dijo Enrique Chirinos Soto que el 5 de abril fue un contragolpe.
Se ha ocultado este hecho vergonzante por 20 años. Se dice que está demostrado que esa democracia sin equilibrio de poderes era capaz de resolver el problema. Es, en el mejor de los casos, una ucronía que no podrá demostrarse. El hecho probado es que los partidos fueron devorados por la demagogia, la institucionalizaron en la Constitución de 1979, y llevaron al país al borde del abismo que desembocaría en la pérdida final del equilibrio de poderes, en el golpe parlamentario y en el 5 de abril, como la causa lleva al efecto.
A veinte años de distancia del 5 de abril, el Perú sigue hoy sin construir una democracia con equilibrio de poderes. Hasta hoy, por ejemplo, es el único país del continente en que al legislativo le bastan la mitad de los votos para insistir en las leyes que observa el poder Ejecutivo, cuando el veto efectivo de dos tercios es parte del equilibrio de poderes en las demás democracias de la región. Esta falla estructural de nuestra arquitectura democrática no se ha mostrado en los últimos años porque, habiendo prosperidad económica, Toledo, Alan García y Ollanta Humala han tenido una mayoría parlamentaria prestada. Pero las vacas flacas llegarán un día y la falla reaparecerá en toda su magnitud.
Seguimos esperando que el tema del 5 de abril deje de lado el odio y el cálculo político y dé paso al debate de la construcción de una democracia con equilibrio de poderes. Alemania, Francia, España y Chile encontraron el camino. Pese a los golpes de Estado de 1948, 1962, 1968 y 1992, aún hoy el Perú no puede decir lo mismo (Con información del diario Expreso).