Se celebra, no sé si quepa la palabra, el vigésimo aniversario del nefasto golpe de Estado del 5 de abril de 1992. Esa fecha, vista con la perspectiva histórica, trajo consecuencias nocivas para la estructura institucional y moral del Perú. Lo peor de lo parido, ha resultado la Constitución de 1993. En su virtud, se perdió el aliento democrático del texto firmado por Haya de la Torre. Cláusulas liberales fueron borradas del texto magno e infamemente se liquidó el Senado, reemplazando el Parlamento clásico bicameral que siempre predominó en el país por uno monocameral sin libertad de palabra, anexo del Poder Ejecutivo.
Siempre he dicho en que si hubiera habido un sistema parlamentarista se habría disuelto legítimamente al Congreso y nos habríamos evitado una siniestra dictadura, Decretos Leyes, corrupción, la Carta apócrifa de 1993, la dictadura congresal, la sumisión del Poder Judicial, el totalitarismo del Ministerio Público, la violación sistemática de los Derechos Humanos. Como se vio en su día, el setenticinco por ciento de la oclocracia apoyó el autogolpe y sus banderas; que si hubiera habido elecciones, el fujimorismo se habría adueñado de las Cámaras, pero la institucionalidad republicana se habría salvado. No habríamos tenido la constituyente apócrifa ni la carta ultramontana y antihistórica.
Mi conducta ulterior me ha reivindicado de aquel yerro, mi premierato. A Fujimori lo he vuelto a ver en su prisión, una por interés mío --que se me apoyase parlamentariamente en mi renuncia al escaño-- y hace unos meses en que fui con su hermano Santiago para estudiar la posibilidad de que yo fuera su defensor. No se concretó nada, pero no habría tenido inconveniente en defenderlo. Así como Leguía prisionero fue defendido por el Doctor Benavides Loredo (padre de Alfonso Benavides Correa), enemigo del oncenio nefasto. Y no habría tenido inconveniente en defenderlo a él y no al golpe abrileño, porque la sentencia que lo condena es por hechos criminales en que no existe prueba o indicio alguno de participación como autor intelectual, inductor o cómplice. Fue una sentencia política. Pero, los magistrados de absolverlo se habrían sentido amenazados de castramiento dentro del sistema jurisdiccional imperante.
Por eso es que creo que Fujimori, cuasi octogenario, debería ser amnistiado, pero no solo él, sino decenas de personas más, como Antauro Humala y sus compañeros de la aventura de Andahuaylas y otros, a los que se les ha colocado sambenitos jamás demostrados, salvo lo apoyado por el prevaricato de los jueces. El Perú hasta hoy sufre --los que conocen la historia ciertamente-- del crimen de dejar morir al ex Presidente Augusto B. Leguía prisionero, enfermo y pobre (1932). Hay que rectificar (Con información del diario Expreso).