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Miércoles 11 de abril 2012

Bajo el agua de Maldivas

Por: Matilde Llombart
Bajo el agua de Maldivas
Foto: Difusión

Mil doscientas pequeñas islas e islotes de coral desperdigadas por el océano Índico: esto es Maldivas, a las que Marco Polo llamó "La flor de las Indias" cuando las visitó durante sus viajes.

Un entorno natural todavía virgen, un clima ideal, hermosas e interminables playas de desierta arena blanca, una población amable y acogedora y un mar considerado entre los tres mejores del mundo para el buceo, estos son los atractivos que han convertido a las Maldivas en uno de los destinos turísticos más codiciados.

Situadas en el Suroeste de la India, tienen una población aproximada de 225.000 habitantes. Aunque sin los extremismos propios de otros países, las Maldivas son musulmanas desde que el marroquí Abdul Barakatul Barbari introdujo el islamismo en el año 1153. Hasta entonces, los gobernantes maldivos habían seguido la religión budista.

Los portugueses las ocuparon durante algunos años del siglo XVI, hasta que fueron expulsados en 1573. Los ingleses utilizaron la defensa del Canal de Suez como excusa para someterlas a la tutela de la Commonwealth en 1887. La capital es Male, donde se ubican los principales monumentos del país, que no son muchos ni excesivamente importantes: la Gran Mezquita de cúpula dorada, el palacio nacional y el mercado. En la capital habitan 75.000 personas y es el único lugar de Maldivas donde pueden verse edificios modernos y más altos que los cocoteros. Las calles están asfaltadas y hay un "sorprendente" número de vehículos motorizados.

 Hace unos 10 años tuve la gran suerte de visitar estas islas paradisíacas por vez primera. Sus fondos marinos eran de lo más maravilloso que había visto en la vida: campos minados de corales duros Acropora de diferentes colores; tablas de corales que emergían desde la arena blanca hacia la superficie buscando la luz (teníamos que tener mucho cuidado al bucear para no tropezar con ellas); a solo 2 metros de profundidad, la más diversa variedad de colores; moluscos como las tridacnas asomaban sus cabezas y también daban color a los arrecifes; millares de peces mariposa nadaban entre los corales. Este es el recuerdo que me llevé de las islas Maldivas.

Mi segundo viaje empezó hace pocos días en el AVE Lleida-Madrid, en donde cogimos un vuelo destino a Male con escala en Qatar. Nuestro destino definitivo era un barco en el cual nos instalaríamos durante 7 días. Un Doni (un barco más pequeño y que transportaba todo el equipo de buceo) nos trasladaba al punto de inmersión.

 La primera inmersión, como las demás, se realize en medio de 2 canales, a unos 35 o 40 metros de profundidad. Pegados al suelo, entre piedras y arena esperamos impacientes la llegada de los tiburones. Con nuestras maquinas fotográficas y de filmación, intentamos plasmar los momentos vividos en estas profundidades. Y tuvimos el privilegio de divisar un escuadrón de entre 50 y 70 ejemplares de tiburón gris que desfilaban ante nosotros. A los 15 minutos de inmersión, abandonamos el lugar para realizar la parada de descompresión, entonces observé el arrecife, y cual fue mi decepción al verlo pobre de vida. Mi recuerdo de hace diez años eran las alfombras de corales que invadían las paredes, y pensé que quizás éste era un lugar con demasiada corriente y que no era el sitio adecuado para ellos.

Nuestras siguientes inmersiones estuvieron todas dedicadas a buscar pelágicos, animales de gran tamaño. Tuv-imos suerte en una de ellas, en un atolón llamado Donka-loothila, considerado el lugar de limpieza de las mantas. Un desfile de majestuosas mantas Diablo se aproximaban lo máximo posible a nosotros danzando encima de nuestras cabezas, con repentinas paradas en el fondo arenoso para que minúsculos peces las desparasitasen de los crustáceos y parásitos que se les pegan en la piel. Este tipo de inmersiones son las típicas que se realizan en esta zona de las Maldivas.

Los días consecutivos fueron muy parecidos, en diferentes atolones pudimos observar tiburones puntas blancas, tiburones puntas negras y bancos de tiburones grises, los cuales, aunque inofensivos para los seres humanos, son merecedores de respeto cuando se acercan curiosos a observarnos. Son ejemplares dotados de gran belleza y elegancia que nadan de una forma autodinámica, lo que les convierte en los más grandes depredadores existentes; son el número uno en la cadena, ya que no existe ningún otro depredador que los abata. Su único enemigo se encuentra fuera del agua, es el ser humano. Miles de ejemplares mueren anualmente en nuestro planeta a causa de la pesca sin control promovida por la industria de productos afro-disíacos o de aletas de tiburón para restaurantes, ello provoca que ya casi se encuentren en peligro de extinción, como está sucediendo con otros animales marinos. En otros arrecifes de coral observamos barracudas, morenas, alguna tortuga marina, peces ángel, meros y gran variedad de peces endémicos de estos mares.

¿Pero, donde se encuentran aquellas praderas magníficas de corales duros? ¿Qué ha ocurrido en los fondos marinos de estos mares?

Todo sucedió en el año 1998, cuando un aumento de la temperatura de las aguas arrasó los corales duros de las Maldivas y dejó un cementerio de esqueletos calcáreos en el agua. Los peces que se alimentan de dichos corales emigraron o murieron. Aunque dicen que se están recuperando poco a poco, los lugares que hemos visitado están muy lejos de volver a ser lo que eran. Quizás en algunos otros atolones más arriba la vida se haya recuperado más deprisa, devolviendo el resplandor a estos mares. La naturaleza es sabia, los humanos no. No aprendemos de nuestros errores, reaccionamos tarde, cuando no vemos más salida a los problemas, luego nos quejamos, nos pasamos la culpa unos a otros. Perjudicamos a nuestro planeta, arrasamos el medio ambiente y somos nosotros los que sembramos un futuro incierto a nuestros descendientes. Nos preocupamos más de vivir bien, conquistar otros países solo por intereses económicos. A la naturaleza nada de esto le importa, solo desea que se la respete y proteja. En cambio ella nos ofrece placeres que los humanos no sabemos valorar y desconocemos la grandeza de su poder.

Quizás cuando seamos una gran amenaza para ella, ella misma nos destruya con sus cambios ambientales y la raza humana desaparezca para siempre.

Quiero ser optimista e incitar a la gente para que conozca y visite países, que se mezcle con sus gentes y disfrute de la naturaleza que les rodea, esto les ayudará a ser mejores y más felices.

Espero volver a visitar estas fascinantes islas otra vez y que mi relato sea distinto al que hoy os he podido transmitir.

 

Nota publicada en laeco.net.

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