Wells, quien pese a ser británico vivió toda su vida en el Perú, se embarcó para tener el privilegio de viajar en el barco más grande y lujoso del mundo, llamado “el insumergible” pues decían que ni Dios podía hundirlo.
La noche del 14 de abril de 1912, cerca de la medianoche, estando en su camarote, Wells sintió un fuerte remezón. Al subir a la cubierta vio a lo lejos un enorme iceberg y restos de hielo en el piso. A los pocos minutos empezaron a arriar los botes salvavidas.
Wells pensó que se trataba de un simulacro por lo que no se alteró. Sin embargo los pasajeros entraron en pánico cuando el barco comenzó a hundirse. Wells buscó un bote pero no quedaba ni uno. Resignado, subió a la cubierta más alta y apoyándose en la baranda, esperó tranquilamente la muerte. El barco empezó a partirse y al momento que la popa se puso vertical, reculó a modo de catapulta lanzando a Wells al mar, fuera de la zona de succión del barco.
Wells fue rescatado por uno de los botes salvavidas. Horas más tarde el “Carpathia” llevó a los náufragos a Nueva York. Mi abuelo nunca olvidó a Wells, quien siempre se consideró el único peruano sobreviviente del Titanic.
Publicado en el Diario La Razón - Abril 2012.