Obsesión mediática gubernamental

En la era de la sociedad de la información es imprescindible para el político tener un buen manejo mediático, que le genere réditos por los logros y que pueda atenuar lo máximo posible los deméritos, que siempre los habrá porque la perfección no es posible, menos aún en la vida pública, que no viene a ser sino un “reality” a “full time” de largo aliento.

En la vorágine del día a día del político en el poder, error garrafal es el intento de aprovechamiento por gestiones no realizadas para generar percepción positiva. Siempre la verdad sale a flote y el perjuicio hay que cargarlo a cuestas. Es lo que ha vivido Ollanta Humala, en las tres últimas semanas, donde ha quedado en evidencia la desesperación por generar noticia que abone a su favor luego de la caída experimentada en su nivel de aprobación, por el “antaurogate”. Mala consejería ha recibido, pues siendo objetivas las cifras del descenso, la situación no era tan dramática como para perder los papeles.

Su incursión en el oportunismo ha sido fallida en tres actos. El primero, la supuesta recuperación del lote 88, cuyos agentes de prensa le dieron gran despliegue, el tema manido y no veraz, nadie le dio importancia. El segundo el rescate de los mineros en Ica, donde quedó claro que la acción gubernamental fue nula y el tercero el supuesto rescate los rehenes de Camisea, que no fue tal, sino liberación, dejando mal parado el triunfalismo oficialista.