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REDES SOCIALES
Martes 17 de abril 2012

Ni abusivos ni pusilánimes

Por: Grover Pango Vildoso.
Ni abusivos ni pusilánimes
Foto: Medios

Cuando la semana anterior nos referíamos a la permanente campaña que nuestra sociedad debe hacer contra el “bullying”, poníamos el máximo de nuestra confianza en la firmeza con que debemos afrontar este hecho contando con dos actores fundamentales: la familia y los docentes.

La primera noción de los límites que un ser humano debiera aprender se lo debe proporcionar la familia. De modo tal que si en ésta no existe una definición ni una práctica clara sobre este asunto, mal pronóstico se cierne sobre los hijos. Donde haya gritos, golpes y abusos en lugar de diálogo y explicación, las posibilidades de reproducción de estos rasgos son inmensas.

Dicen quienes vienen estudiando este asunto del “bullying” que estamos frente a un suceso psicosocial más amplio, donde se expresan las ancestrales tensiones entre “fuertes” y “débiles”, de las que se derivan “fealdad-belleza”, “pobreza-riqueza”, “poder-sumisión” y un buen etcétera.

La existencia de un problema social como el “bullying” tiene, de todos modos, una de sus raíces en el ámbito familiar (por muy deteriorado que esté o precisamente por ello), ya sea por malos ejemplos, por ignorancia o indiferencia. Lo mismo ocurre para enfrentarlo, con buenos ejemplos y con convicciones firmes.

Tenemos delante una especie de “violencia social consuetudinaria” y frente a ella las familias debieran aprender también a preparar a sus hijos para desenvolverse en una sociedad con un alto componente de agresividad. Veámoslo con los ojos bien abiertos en las combis haciendo carreras suicidas, en la gente que no protesta, en la inconducta de los choferes (compiten en salvajadas un taxista y un dueño de 4 x 4), yendo y saliendo de los estadios o tomando carreteras porque están en desacuerdo con el alcalde.

Es decir, el problema es mucho más grande y nos obliga a estar preparados para enfrentarlo.  Para hacerlo necesitamos, con la misma energía, repudiar los abusos pero también saber defendernos. Para quienes somos docentes, la imagen de un niño o una niña que de todo se quejan, es tan poco alentador como la de aquellos que todo lo resuelven violentamente. Por tanto es muy conveniente enfrentar a los abusivos, pero también orientar firmemente a los quejumbrosos.

No merecen nuestros hijos ser formados como “llorones” o “gemebundos”, porque ello conduce a la pusilanimidad y de allí hay un pasito hacia el servilismo. Es deseable formar una sociedad de gente que no tolera el abuso en ningún sentido: de ninguna manera como abusador, pero tampoco como víctima. Hay que saber defenderse siempre frente a la adversidad, de manera organizada, inteligente y corajuda, porque la vida es dura y no siempre habrá alguien que acuda en nuestra defensa.

Creo que nos falta creer en nosotros mismos, tener confianza en lo que somos capaces (pero porque realmente sabemos que somos capaces) y en ello debemos trabajar intensamente, en la casa, en la escuela y en toda entidad social. A la adversidad se la derrota, y si no se la puede derrotar, se aprende de ella y se tiene todo listo para que no vuelva a ocurrir. Y se avanza sin lamentaciones. Jamás abusivos, pero tampoco pusilánimes.

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