Juan Carlos ha cometido un crimen de lesa civilización

Una imagen que desluce la imagen del monarca español

Pocas horas después de que Juan Carlos de Borbón, Rey de España, en forma breve ofreció disculpas a su pueblo, echando mano de tan solo 11 palabras, el diario ibérico El País, en su editorial, "Un gesto sin precedentes",  correspondiente al décimo noveno día del mes de abril, señala en el primer párrafo de este texto que la frase “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”, pronunciada, sin duda, por un afligidísimo monarca,  constituye “en plena tormenta financiera un hecho sin precedentes”. Vaya que sí, el hecho de por sí resulta encomiable, pocos hombres que ejercen responsabilidades como las que realiza el soberano español hubiesen respondido de la manera que lo hizo el hispano.

Sin embargo, quien editorializa el diario español, vale decir aquel que expone, haciendo uso de un derecho inalienable, la perspectiva del medio de comunicación, ha obviado un hecho que descalifica más allá de la coyuntura, crisis financiera, la acción ejecutada por el Rey de España. El hecho de que resulta injustificable en un mundo que se desea civilizado que cualquiera, menos aun un monarca, momento de crisis o de bonanza aparte, ultime despiadadamente a un ser vulnerable a fin de satisfacer sus más bajos instintos.  El Rey de España ha cometido un crimen de lesa civilización, un acto por el cual no ha ofrecido las disculpas que no solo los españoles merecen, sino todo aquel que reclama para sí el estatus de civilizado.

Que quede claro, desde aquí, allende las fronteras peninsulares, nadie pretende menoscabar la contribución no solo de la soberana institución, mucho menos la del monarca, a España y, con su ejemplo en momentos de prueba, al mundo. Desde aquí, solo queremos expresar que nos sorprende y decepciona, profundamente, que en nombre de una mal entendida defensa del soberano, ahora en dificultad, un diario como El País, uno de los cinco grandes del mundo occidental, olvide algo tan básico, pero fundamental, como es el hecho de que Juan Carlos de Borbón despeño a varios valores del lugar que les corresponde en la escala y se trajo abajo toda una axiología sin la cual es impensable un mundo más humano.

Y no exageramos. Juan Carlos I, dirigiéndose a un viaje de placer primario a Botsuana, sabía tres cosas. La primera: El zafírico viaje no le costaría, euros más euros menos, dinero al contribuyente español; su viaje era financiado por un empresario saudita, un amigo pues. Lo segundo: El hecho de que, más allá de que no resulte claro si es ilegal o no dar muerte a un elefante, el iba de cacería; tal como venía haciéndolo desde el 2006. Y tercero, lo que es peor: Olvidó que es Presidente Honorario desde el año 1968,  nada más y nada menos, que del Fondo Mundial de la Naturaleza, la archiconocida, sigla en inglés, WWF. Una organización que desde hace 50 años lucha por la protección de los elefantes. Uno de los cuales, fotos al canto, murió en manos del soberano español, quien en el dinámico ejercicio se fracturó la cadera.

Sorprende en consecuencia que El País, un diario que se reclama vector de la civilización, obvie, sumergiéndose para esto en detalles de orden legal y constitucional que atañen a la relación entre la Casa del Rey y el Gobierno español, la arista trascendental de este, por lo menos, desafortunado pasaje en la vida del monarca ibérico. Haciendo esto, este gran medio de comunicación le presta un pobre servicio a la institución monárquica y se desluce patéticamente ante la opinión pública mundial. Su editorial “Un gesto sin precedentes” dice muy poco que honre la conducta de Juan Carlos I, dice mucho, entristeciéndonos, sobre el mismo medio de comunicación. Y para nada hace olvidar que se ha cometido un crimen de lesa civilización.