Banner Tuvivienda
Sábado 03 de mayo 2025   |   Contáctenos
REDES SOCIALES
Sábado 21 de abril 2012

Oscar Wilde aterrizó en mi sofá rojo fuego

Por: Laylah Ferreyra
Oscar Wilde aterrizó en mi sofá rojo fuego
Foto: Dos reinas en las rocas

A está aprendiendo a leer, no me refiero al acto natural de interpretar y descifrar grafías, no, hablo de leer y sentir, todo en el mismo segundo. La tarea escolar mandaba leer “El Ruiseñor y la rosa” de Oscar Wilde. ¡Oscar Wilde! ¿Cómo pasó? ¿Cuándo A creció lo suficiente como para leer a Wilde en casa? Empezó a hacerlo en voz alta, palabra por palabra, y algo me decía que tenía que intervenir, que era sumamente necesario. Le pedí permiso para hacerlo y aceptó. Comenzamos a escucharlo ambas y debo confesar que me esforcé para sonar más intensa y más profunda que de costumbre, quería fabricar un momento que construyera dentro de ella algo diferente. Nada parecido con los momentos Kodak, todo lo contrario. Una experiencia que pueda desencajar sus emociones y recrear sensaciones nuevas en ella.

-Dijo que bailaría conmigo si le llevaba rosas rojas- exclamó el joven(…) Desde su nido en la encina, el ruiseñor lo oyó, lo miró entre las hojas y se quedó pensativo(…) Lo que yo canto, para él es sufrimiento; lo que para mí es alegría, para él es dolor.

La última vez que recuerdo haber mencionado a Wilde fue cuando vi la película Wilde que protagonizó Stephen Fry y Jude Law en 1998 con mi mamá. Los desnudos y escenas sexuales aparecieron en una trama que intentaba en poco tiempo mostrar la azarosa vida del dramaturgo inglés. Una pizca de rubor en el rostro de mi madre y mi placer por compartir con ella parte de mi interés juvenil en algunos antihéroes hicieron que ese día no se borre de mi mente.

Cuerpos y caricias que retrataban al escritor que fantaseó en público por ser quien quiso ser, con todo lo que eso implicaba. En este mundo solo existen dos tragedias, una, no tener lo que uno quiere, la otra, tenerlo.  Aquí estábamos A y yo ahora, en el 2012, catorce años después, escuchando cómo un ruiseñor sacrificaba su existencia por amor y clavaba con una espina su corazón.

Pequeño/soñador/iluso.

El ruiseñor se apretó contra la espina, y su canción era cada vez más fuerte (…) Y un delicado rubor tiñó los pétalos de la flor, como el rubor del rostro del novio cuando besa los labios de la novia(…) porque sólo la sangre del corazón de un ruiseñor puede teñir de carmesí el corazón de una rosa.

Descompusimos las frases y construimos nuestras propias imágenes mentales sobre el desamor. De pronto la palabra amor se mimetizó con las palabras sangre y dolor. A estaba atenta. A es un poco dark. No hubo espacio para el romance con la lectura. El ruiseñor moría atravesado, el joven llevaba a la doncella la rosa roja hecha de la sangre del ave, la joven lo rechazó con descaro y sin culpa.

A procesaba la lección sentada en nuestro sofá rojo fuego, sintiendo de la boca de Wilde que morir por amor no vale la pena. Terminé la lectura y solo escuché de ella un prolongado wauuu que nunca había pronunciado. A no sabía nada de Wilde, no tenía prejuicios ni reparos, solo se dejó llevar.

(…)

La obra que muestra la foto es de Mark Rothko, el pintor americano que formó parte del Expresionismo Abstracto de los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Desde hace una semana tengo un nuevo sueño: ver una de sus pinturas en directo y dejar que me penetre el corazón.

Publicado en el Blog Dos reinas en las rocas

Participa:
Valorar
Cargando...
COMENTARIOS
0 comentarios
2018 Grupo Generaccion . Todos los derechos reservados    |  
Desarrollo Web: Luis A. Canaza Alfaro    |    
Editor de fotografía: Cesar Augusto Revilla Chihuan