Al fin libre. Se hizo justicia. Luego de 20 meses de haber sido injustamente detenido y encarcelado como un vil delincuente, finalmente la justicia, lo poco que existe de esta en nuestro país, a través del 5to Juzgado de Instrucción que contempló la causa y la Segunda Sala que dirimió en mi caso, el miércoles 18 de abril, a las 6 de la tarde, pude andar de nuevo, de la forma que siempre lo he hecho, con la frente en alto, por las calles del Callao y alejarme para siempre del Penal de Sarita Colonia. Lugar al que a nadie deseo que ahí sea conducido.
Después de 20 meses, también, puedo escribir haciendo uso de mi libertad recuperada y decirle a todos, así lo hago y lo seguire haciendo, que el sábado 24 de agosto de 2010 fui detenido injustamente, sin prueba alguna en mi contra, por efectivos de la Comisaría Santa Marina del Callao, quienes me enmarrocaron como si fuese un vulgar microcomercializador de estupefacientes y me condujeron a los insalubres y degradantes sotanos que los efectivos de esta comisaria llaman “Sala de Meditación”. Ahí quiero que sepan, lo he sufrido en carne propia, la falta de humanidad es la regla.
Estoy al fin libre, libre de polvo y paja, y presto a decirle a todos que así como hay buenos policias y vaya que los he conocido, hay también elementos que no son dignos de ser miembros de lo que fue un día la Guardia Civil, vale decir la protectora de la ciudadanía. Otro cosa no puedo decir cuando me refiero a aquel policia, el Técnico e Inspector de 1era, cuyo nombre consta en el expediente que haré pronto público, quien le dijo a la Técnico del Servicio de Laboratorio de la Policia Nacional del Perú, ubicado en la Avenida Aramburú, respondiéndole a la pregunta en torno al cargo que se me endilgaba: “Ponle que llevaba un kilo de cocaína”.
Es terrible queridos migos y compañeros que la vida de un hombre pueda depender de la animosidad gratuita de seres que han nacido tan solo para hacer daño. Nunca pensé que a mis 61 años de edad me podía suceder esto. Acabar en una celda de una prisión que de apelativo no merece llevar el nombre de una santa. Me pareció vivir una pesadilla, cruzar una suerte de desierto; si no hubiese sido por voces amigas y algunas compañías que gracias a Dios no faltaron, no se qué habría sido de mí. Hoy soy un libre, he recuperado mis derechos civiles y mantengo intactos mis derechos políticos. Y anuncio que no dejaré hacer uso de estos.
Esto no lo digo impelido por el rencor. Ese sentimiento es ajeno a lo que como aprista formado en la escuela de Víctor Raúl Haya de la Torre soy. Lo digo porque no deseo que hayan injusticias de este tipo en la patria que me vio nacer y en la que seguro un día reposaré. Sino el hecho de que diciendo, como siempre lo he hecho, que el crimen, la delincuencia, y todo aquello que linde con esto, debe ser cortado de raíz, también sostengo que si queremos un país libre y justo, la justicia que emana de las leyes debe ser la norma. Y que aquellos que pisotean esta deben si conocer la carcel.
Diciendo esto, solo quiero agradecer a todos aquellos que me han ayudado a lo largo de este camino lleno de sinsabores. Mi agradecimiento eterno a Armando Rebaza, a mi hermano Hugo Agurto Wurttele, a mi abogado Ruben Dario Fuentes que desinteresamente me ayudó, al Grupo Aries del Callao, al Doctor Lorenzo Moreno La Torre, a mi editor Luis Enrique Rivera Morales, de la Editorial Rivera, a la difunta compañera América Capuñay y a sus hijos, a mis primas Silvia Peñailillo Rodriguez, a mi primas Jennifer y Mercedes Wurttele. A todos aquellos que de una u otra forma me apoyaron, tales como Gustavo la Rosa y el Alcalde José Gordillo de Breña, así mi morena y querida compañera Lavalle, al igual que a María Isabel Pisa “Chacha” y a su esposo Juan Ramos. A todos ellos mi reconocimiento y mi agradecimiento eterno.