"Calma, calma" decía, con sus palmas para abajo acompañando sus palabras. Arrogante, disfrutaba plenamente de su momento. Era su show. Lejos de perder los estribos y festejar inconscientemente su golazo, se tomó un instante de pausa y pensó lo que haría en los segundos siguientes. Y ahí está la foto que dio la vuelta al mundo. "Soy un entretenedor". Así se definió hace dos años. Disfruta de ser el centro de la escena. Soñó con ser una estrella y lo cumplió. Siempre quiso llevarse el mundo por delante. Se siente superior y lo comunica. "Quien ama el fútbol me quiere a mí." Responde las preguntas con el molde de una estrella de un deporte individual. ¿Por quién pagaría una entrada? "Por Tiger Woods", y así ningunea a sus colegas.
La exposición lo estimula. Le encanta que lo insulten las hinchadas y los jugadores contrarios. Hacía mucho tiempo que un futbolista no generaba esta dicotomía de amor-odio. Diego podía crear controversias con sus declaraciones no futboleras, pero era humilde a la hora de hablar del juego. En cambio, él dice que es el mejor. Pero los reflectores se apagan cuando toca la hora del entrenamiento. Obsesivo de la perfección, es el primero en llegar y el último en irse. Se queda horas y horas en el campo a practicar su pegada. Con lo que es y lo que tiene, tranquilamente podría mandar otro mensaje. Sus compañeros le valoran esa actitud de profesional ciento por ciento. Se me cruza por la cabeza la imagen de Iván Drago en Rocky IV entrenándose antes de pelear contra Balboa. Así me lo imagino.
No es un futbolista. Es un atleta que juega al fútbol. Tiene todos los recursos: gambeta, freno, pase, cabezazo y remate. Maneja los dos perfiles sin problemas. Solidario para retroceder en defensa y para presionar la salida del rival, es un extraordinario solista que no necesita que el equipo juegue bien para dejar su sello en el partido. Al revés, le gusta el caos. Quizá no haga mejores a sus compañeros, pero sí les ayuda a ganar muchos partidos. Cuando le preguntaron por su mayor defecto, salió el humilde y entró el canchero: "Me saco la camiseta bastante seguido cuando hago un gol y me amonestan. Debo corregir eso". Evidentemente, lo ha logrado. Tiene cuatro amarillas desde hace 14 jornadas y todavía no le han mostrado la quinta. Ha jugado todos los partidos de esta Liga y sólo ha sido reemplazado dos veces. Ha protagonizado el 98% de los minutos de su equipo. De sus 42 goles (récord), 21 fueron de visitante y 13 de contraataque, como el del sábado. Les ha marcado a 18 de los 19 equipos en este campeonato. Para el pleno histórico, sólo le falta meterle un gol a Mallorca, de local y en la última fecha.
Real Madrid será campeón de Liga. Lo hará con récord de goles. Los 109 ya superan por dos a los conseguidos por "La Quinta del Buitre" en 1990. Su última vuelta olímpica data de la 07-08, con Schuster en el banco, la última temporada sin Guardiola en Barcelona. En aquel ciclo había ganado por última vez en el Camp Nou, con golazo del brasileño Julio Baptista.
José Mourinho festejará su séptima liga en nueve años y en cuatro países: Porto de Portugal, Chelsea de Inglaterra, Inter de Italia y ahora Real Madrid. El personaje es fascinante y ya lo hemos retratado tras eliminar a Barcelona con los italianos y antes de derrotarlo en la final de la Copa del Rey con los españoles. Mou también tiene dos caras. La más conocida, y la que él quiere que se conozca, es la de la soberbia y la provocación. Capaz de meterle un dedo en el ojo al ayudante de Guardiola o de decirle falso al mismo Pep en una conferencia de prensa. Siendo DT de Porto, vio perder a su equipo de local ante Panathinaikos por la ida de cuartos de final en la Copa de la UEFA. El entrenador rival estaba festejando el triunfo como si todo hubiera terminado. Lo fue a buscar, y le dijo: "Pará de saltar que esto no terminó y en Grecia te vamos a ganar". Días más tarde, Panathinaikos 0-Porto 2. El uruguayo Sergio Markarian padeció la predicción. "Soy malo y me gusta serlo", parece decir cuando muestra esa faceta. Pero también está la otra, la profesional, que genera respeto y admiración por su obra, más allá de números. "Para mí, liderar no es ordenar, es guiar. Cuando uno manda, lo que está haciendo es castrar. No quiero castrar, quiero desarrollar capacidades, ya sea individual o colectivamente. No mando, guío. Quiero que los jugadores no se sientan esposados, sino relativamente libres. Prefiero prepararlos para ser autónomos en el campo, donde tienen 90 minutos de autonomía, durante los cuales mi acción es limitada. En ese momento, tienen que tener el poder para decidir. Capacidad creativa y la oportunidad de crear. Esto no se consigue con esposas. Por ello, me limito a guiarlos y a propiciar las condiciones ideales para que desarrollen sus capacidades a nivel individual y colectivo." Éste también es Mou. El libro Liderazgo Mourinho, de Luis Lourenço, amigo del DT, ayuda a conocer su filosofía de trabajo, lectura imprescindible para entrenadores y, por qué no, ejecutivos de empresas.
En otro capítulo de la rivalidad más importante en el deporte de alto rendimiento actual, el Real Madrid de los chicos bravos se impuso sin objeciones. Con un 73% de posesión, el Barça de los superamigos sólo provocó una atajada de Casillas. Por primera vez, lo vi controlar la pelota sin controlar el juego. Siempre se jugó como quiso el Madrid. Su plan fue esperar, presionar en propio campo, salir en contraataque cuando pudiera y explotar la ventaja en el juego aéreo. Se movió en 30 metros (nunca hubo más distancia entre los centrales y Benzema), tapó a los receptores, negó pases al espacio vacío e hizo un perfecto trabajo de pinzas para desactivar a Messi. Cuando quiso jugar a la espalda de Xabi Alonso, ahí apareció Sergio Ramos para achicar y cerrarle el paso. Tras el resbalón ante Chelsea en el primer tiempo que lo dejó tirado durante un minuto, Leo apenas ha ofrecido ese pase genial a Xavi entre cuatro rivales. No pateó al arco contra el Madrid. Más allá de la necesaria interacción colectivo-jugador, la Messi-dependencia se acentúa. El Barça sólo ha ganado 8 de los 21 partidos en los que el mejor no hizo goles. El equipo no tuvo ni chispa ni engaño. Su formación llenó de referencias a la última línea madridista, muy cómoda en marcar jugadores con posición fija. Llegar siempre es mejor que estar. Dani Alves, instalado de wing derecho, logró hacer figura al sobrevalorado portugués Coentrao. "Pude haberme equivocado", dijo Guardiola. Un columnista de Marca escribió: YPF, Y Pep Falló. Las dos derrotas consecutivas ponen al mejor equipo de la historia en un lugar extraño. Pero, creo, el martes estará a las alturas de su propio libro. Sabe jugar y competir.
Bienvenido el triunfo de "los malos". Le agrega morbo a esta apasionante saga que, seguramente, tendrá su capítulo final en Munich. El gol de Alexis Sánchez, quien entró para jugar de doble nueve junto con Messi, le puso suspenso al capítulo del sábado. De rebote, lejos de la exquisita crema catalana de todos los días. Nos imaginábamos un furioso final con el local atacando por todos lados. Sin embargo, Ozil vio que un compañero le marcaba el pase entre Puyol y Mascherano mientras picaba en diagonal. Ahí fue la pelota, exacta. El hombre se frenó un segundo. Levantó la cabeza y espió al arquero Valdés. Lo gambeteó. Sin necesidad de mirar el arco, le dio un pase a la red. Y en ese momento, Cristiano Ronaldo, ese crack que amamos odiar y odiamos amar, se adueñó de la noche y le mandó su mensaje al mundo: "Calma, calma, que acá estoy yo".
(Fuente: La Nación)