¿Princesitas o rehenes de su belleza?

Toddlers & Tiaras es el programa que documenta cada semana el submundo de los concursos de belleza infantil en diversos países vía Discovery Home&Health. Cientos de niñas mostrando el rostro de una belleza estereotipada y estimuladas intencionalmente por sus madres.

¿Qué de raro hay en que una pequeña dulzura se mueva en un escenario? Nada, aunque si para ello tiene que someterse a extenuantes sesiones de bronceado, depilación, peinado y demás artilugios femeninos propios de la adultez, merece un análisis y despierta la curiosidad de muchos televidentes que navegando en la televisión por cable un fin de semana, se toparon con este programa.

En este reality show queda expuesta descarnadamente que la inocente belleza, fresca y sin base, no alcanza para fabricar productos exitosos, incluso, cuando se habla de niños. El mensaje central de la propuesta es que las niñas por sí mismas no encantan a nadie, no son suficientes. No venden.

Comprender qué motivaciones internas empujan a sus madres a explotar su imagen, exponerlas a frustraciones, opiniones absurdas y entrenarlas hasta el cansancio documentándolo en televisión internacional, es para algunos imposible.

En estos certámenes se evalúa la gracia, el glamour y la capacidad de parecer celebridades en la alfombra roja con solo un año de edad. Niñas de tres años compiten por esbozar su mejor sonrisa, mientras que con pestañas postizas aprenden a mirar a un público ávido que solo quiere ver en sus pequeñas figuras la esencia de la perfección.

Casi nada es natural, cabello, maquillaje, ojos, pestañas, uñas, bronceado, tacones altos, es decir, ellas observan frente al espejo la versión de sí mismas que sus padres y el jurado aprueba y celebra, lo demás, no interesa.

Puede resultar cruel si se mira desde la perspectiva sicológica que advierte que en estos concursos se “cosifica” a las pequeñas convirtiéndolas en objetos de deseo y en seres altamente competitivos que sin comprenderlo aún, se someten por voluntad de un adulto a esta rutina agotadora. Además si a esto le añadimos que las imágenes que proyectan son altamente sexualizadas porque los vestuarios, maquillaje e indumentarias son reflejo de lo que suelen usar las reinas de belleza adultas, el riesgo es todavía más complejo.

La sonrisa tiene precio.

Al competir y ganar ni siquiera son conscientes de qué ha ocurrido, los miles de dólares de premios y las coronas sólo forman parte del beneficio de los padres que orgullosos exponen a sus hijas frente a extraños, y con naturalidad asumen que las juzguen y descarten por su apariencia.

El programa, que en español se llama “Princesitas”, tiene más de cinco temporadas y se sigue emitiendo a pesar de las críticas y las voces que se han levantado en contra, aduciendo incluso, que bien podría tipificar en un caso de maltrato infantil, ¿qué encanto puede entonces esconder este show?.

Es interesante observar que la mayoría de las madres de estas niñas no son precisamente hermosísimas, delgadas o reinas de belleza según este canon de evaluación. Son mujeres comunes, con el típico cuerpo de la madre norteamericana promedio, con algo de sobrepeso, y expresan dos obsesiones curiosas: un desmedido y patológico entusiasmo por los aplausos y la acumulación de coronas, y la voluntad de invertir cuantiosas cantidades de dinero en la preparación de las niñas. Personal trainers, profesores de baile, asistentes de belleza, peluqueras, maquilladoras, es decir, un batallón de profesionales destinados a convertir a una niña muy bonita en una estrella que brille con luz artificial.

Escuchar a una niña de tres años decir tras bambalinas en plena competencia Los zapatos no me quedan, son pequeños, pero pretendo que no lo son, aunque lo son... resulta espantoso. Una generación de niñas que es entrenada en el arte de pretender ser otra persona, eso justamente es lo que se debe evitar. Diferenciarse, aceptarse y reforzar la autoestima sobre valores reales y no ficticios, debería ser el objetivo hoy en día. Universos como este existen y no se pueden ocultar, usarlos para intentar reflexionar es la idea.

Fuente: Dos Reinas en las Rocas