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Viernes 27 de abril 2012

El adiós del Barcelona de Guardiola: La precipitación de Pep

Por: Pepe Pimentel (El Deportivo)
El adiós del Barcelona de Guardiola: La precipitación de Pep
Foto: www.as.com

Ya decía yo, en España las cosas del fútbol difieren de la forma en que se suceden y revelan los asuntos del balompié en Inglaterra. Allá, en la Rubia Albión, pensé inmediatamente, luego de que me puse al tanto vía Twitter de que Pep Guardiola había anunciado su alejamiento definitivo del Barcelona, que lo que le sucedió a este catalán de tan solo 41 años, uno de los superdotados de la dirección técnica a nivel mundial, entre el sábado 21 y el martes 24 de este mes de abril, es decir en un intervalo de tiempo de poco más de 72 horas, no hubiese sido para tanto. Y que las cosas, el proceso, hubiesen retomado su camino habitual.

Ve vino inmediatamente a la memoria la trayectoria de más de 25 años en el banquillo del Manchester United del ennoblecido entrenador escocés Alexander Ferguson, “Sir Alex”, quien, luego de 12 años como entrenador, se convirtió a inicios de noviembre de 1986, el quinto día de este mes para ser exacto, en el manager de los The Red Devils (Los Diablos Rojos). Y así cerciorarme que de ahí nadie lo ha movido y que nadie al parecer podría hacerlo, a no ser, digo yo, que sea el mismo. Esto, a pesar de que en su manchesteriana carrera ha mordido el polvo, y no pocas veces, de la derrota. 

Se me precipitó también a la memoria la imagen de otro manager, otro de los grandes, que evoluciona también en el fútbol inglés, quien, si bien es cierto no dirige a su club durante tanto tiempo como lo hace en el suyo nuestro “Sir Alex”, sin embargo lleva poco más de tres lustros bien sentado en el banquillo del Arsenal, club al que llegó el 30 de septiembre de 1996. Para que, al igual que lo realizado por el escocés con el Manchester United, obtener todo, al menos en la isla, con lo que un director técnico sueña cuando dirige a uno de los grandes clubes en la patria de Shakespeare, la Premier League y la FA Cup. Y eso varias veces, superando los malos momentos que no faltan, lo ha hecho este ennoblecido también entrenador que es el estrasburgués Arsène Wenger. 

A más de uno, tomando en cuenta estos dos ejemplos, puede costarle entender el repentino adiós de Guardiola, a quien, luego de conseguir en sus cuatro años como entrenador todo lo que puede obtener un equipo como esta escuadra azulgrana, la gloria y nada más que la gloria, se le hubiese dejado pasar por alto esos tres fatídicos días de este abril de 2012.  Ya que Guardiola, recordemos, ganó todo en menos de 48 meses. Una vez la Copa del Rey en 2009. Tres veces la Liga Española y tres veces la Supercopa de España entre 2009 y 2011. Además, claro, dos veces la Liga de Campeones (2009 y 2011), y dos también la Supercopa de Europa (2009 y 2011). Ah, perdón, y una vez la Copa Mundial de Clubes en el año 2011. Es decir todo, todo. Nada más que eso. 

Nos dice el catalán que su “adiós lo tenía decidido (pues) cuatro años desgastan”, esto desde diciembre pasado; lo entendemos. La frenética cadencia impuesta por una competencia como en la que evoluciona el Barcelona, un público que si bien es cierto reconoce y agradece a este hijo de Catalunya que tanta felicidad les ha dado, pero que no es una excepción a la regla cuando de exigir resultados se trata, así como el deseo de prospectar, nos imaginamos, nuevos horizontes para su carrera, más bien lejos de la península, deben haber pesado en la decisión, el alejamiento definitivo del Barcelona de sus amores, de este egregio director técnico.      

Por mi parte, comprendiendo la decisión tomada por Pep Guardiola, no puedo impedirme pensar y dejar de decir que si hay un cargo que se le puede imputar como consecuencia de su decisión, este es sin duda el de la precipitación. No creo que la junta directiva del club azulgrana haya considerado en algún momento que el ciclo de Guardiola en el Barcelona había llegado a su fin. No creo, lo desdibujaría, que el mismo Guardiola haya pensado que lo que ha mostrado agota lo que puede él dar como entrenador. Un punto de quiebre, un fin de una era, podía darse con él a la cabeza del Barcelona. Otros, como Ferguson y Arsène Wenger nos han mostrado en clubes grandes y con recursos como el catalán que esto es posible. Faltó, por no decir otra cosa, frialdad. Sobró la precipitación.

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