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Viernes 27 de abril 2012

Elvira García y García

Por: Grover Pango Vildoso.
Elvira García y García
Foto: Medios

La historia de la educación nacional registra los nombres de algunas mujeres que contribuyeron firmemente a trazar caminos para su desarrollo. Ya sea con énfasis en la protección de los niños más pequeños o en una precursora preocupación por los derechos de la mujer, entre esos nombres tendrán lugar de privilegio Teresa González de Fanning, Elvira García y García, Esther Festini de Ramos Ocampo, Emilia Barcia Bonnifatti, Juana Alarco de Dammert y María Jesús Alvarado.

Doña Elvira García y García Bert (1862 – 1951) transitó desde su Lambayeque natal hacia Trujillo primero y luego hacia Lima, para mostrar tempranamente su interés por la educación, a la que se dedicó desde los 18 años. Por eso es que antes de graduarse como profesora de instrucción primaria (1884) ya había fundado el Liceo Peruano del Callao (1883) para la enseñanza de señoritas. Y luego de diez años de trabajo pasó a dirigir el Liceo Fanning (1894), que había fundado doña Teresa González en memoria de su desaparecido esposo Juan Fanning, institución que condujo a lo largo de 20 años.

Dos son los más grandes aportes de doña Elvira a la educación nacional: las innovaciones pedagógicas que orientó y la elaboración de libros con temática educativa.

Para la época, sus propuestas fueron sumamente audaces y hasta le trajeron las dificultades propias de la incomprensión. Introdujo los cursos de Educación Física, que fueron considerados no sólo inconvenientes sino perniciosos para las  señoritas. Pero seguramente su mayor contribución fue la inclusión del primer “kindergarten” en el Liceo Fanning, siguiendo las revolucionarias propuestas de Friedrich Froebel. El “jardín de niños” que impulsaba este educador alemán introdujo la idea del juego como la actividad movilizadora para la educación pre-escolar. El nombre de “jardín” aludía a la similitud de los niños con las delicadas plantas, a cuyo cuidado debían encontrarse “jardineras” o “jardineros”.

De otro lado, no menos de veinte títulos documentan la preocupación de doña Elvira por el texto pedagógico y por las reflexiones en torno a la educación, enriquecidas sin duda por sus viajes por Argentina, Uruguay y Brasil. Tan amplia bibliografía constituye un acontecimiento sin parangón en la primera mitad del siglo XX, muy especialmente al tratarse de una dama como autora.

La vida profesional de doña Elvira no tuvo pausas. Fue la primera mujer en recibir el título de profesora de Segunda Enseñanza por la Universidad de San Marcos (1906). Luego de cumplir con el Liceo Fanning, dirigió y renovó el “Colegio de Educandas” del Cusco. Profesora del colegio “Rosa de Santa María” de Lima desde 1928, fue su directora hasta 1941, año de su jubilación.

Doña Elvira falleció a los 89 años de edad. Fue ella un símbolo de sostenida preocupación por la infancia y por la condición de la mujer en el Perú. Por ello, prácticamente hasta el final de su vida, no dejó de estimular y participar en las instituciones que compartieran las preocupaciones que animaron su fecunda existencia.

Dejó un ejemplo y un compromiso. De ello son seguramente muy conscientes los centros educativos que llevan con orgullo su nombre.

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