En otoño de 2007, la revista Newsweek sacó en su portada la imagen de Jeff Bezos, presidente de Amazon, mostrando un lector de libros electrónicos: Kindle. Yo daba clase de Periodismo en una universidad. Mostré el ejemplar de la revista a mis alumnos y dije para asustar “Chicos y chicas, os presento el futuro de los libros”
“Nooooooo”, exclamaron algunos.
Que si se perdía el tacto, que si ese aparato no olía como los libros, que si era el fin del romanticismo… ¡Tonterías!
Poco después me regalaban en mi cumpleaños un Papyre, un lector de libros electrónicos con 500 libros precargados. La verdad es que yo era el único en el vagón de metro que iba pasando mis páginas electrónicas silenciosamente mientras el resto leía esas cosas cuadradas y voluminosas llamadas, este, mmm… ah, sí: libros de papel.
La gente leía libros del papel, pero yo formaba parte de la avanzadilla de una nueva era. Me metí en foros, hablé con fanáticos de estos aparatos, entrevisté a expertos. Pensé que ya tenía claro por dónde iban los tiros y como muchos otros, me dejé llevar por el entusiasmo.
Me invitaron por casualidad en la Fundación Telefónica a hablar de los libros electrónicos y yo desgrané decenas de ventajas frente al viejo libro de papel. En un alarde de temeridad, cogí mi libro electrónico y lo lancé al aire: tras recogerlo del suelo dije con ánimo provocador: “Bueno,un libro de de papel no habría sufrido: esa es una de sus pocas ventajas”.
(La verdad es que solo lancé la carcasa al aire, no el aparato. Vean el minuto 11:15 de esta presentación).
En el programa de Ana Rosa
Y por fin, tuve la oportunidad de dirigirme a las masas cuando Ana Rosa Quintana (comunicadora española) me invitó a hablar del coste de los libros de texto, y cómo ahorrar en esa factura. Era septiembre de 2009. Prepárense, pensé.
Era una intervención de diez minutos, y casi al final, saqué mi truco de magia. “En el futuro, los niños irán sin mochila al cole porque os voy a enseñar algo que lo va a revolucionar todo”. Mostré mi Papyre, extraje el chip de memoria y creo recordar que dije. “Este chip mide la mitad que una patata frita y contiene 500 libros. Los hay de hasta 3.000 libros. Dentro de poco, los niños irán a las escuelas con su lector de libros electrónicos, en la universidad nadie llevará libros, y muchas bibliotecas familiares desaparecerán porque esto no ocupa espacio”. Añadí que sería el regalo estrella de las Navidades de 2010. Todos boquiabiertos, claro.
Mi hipótesis era además que las mujeres serían las principales usuarias de los lectores porque en el metro las mujeres leían libros y los hombres leían el Marca. Para ellas era más fácil llevar un libro electrónico en el bolso, pero para los hombres era un engorro porque no cabían ni en el bolsillo de la chaqueta. Además, yo sostuve en varios artículos e incluso en este blog, que las editoriales no vendían más libros electrónicos porque mantenían los precios muy caros.
¿Y qué ha pasado?
Galería de errores
Primero, que los principales clientes de los lectores electrónicos son los hombres, según un estudio de la Federación de Gremios y Editores. Casi el 60% de los varones se inclina por leer en dispositivos digitales. Pero solo el 45,6% de las mujeres.
Segundo, que el libro electrónico no ha desplazado a los libros de texto en universidades y colegios. Ni aquí ni en EEUU. Y eso que cuando era gobernador, Arnold Schwarzenegger lanzó un proyecto para evaporar los libros de papel y sustituirlos por lectores electrónicos. Amazon lanzó un Kindle de 11 pulgadas para universitarios que se estrelló.
Tercero, que el lector electrónico no fue el regalo estrella de 2010. Lo ha sido del 2011… en parte, porque ha venido otro regalo que ni siquiera estaba en mis planes: las tabletas. Apple lanzó el iPad en 2010, precisamente. Tiene dos años y se ha convertido en un talismán para millones de personas. Y en contra de lo que decían muchos expertos, la gente también lee libros digitales en las tabletas a pesar de que son pantallas retroiluminadas que en teoría agotan la vista.
Cuarto, bajar el precio no dispara las ventas. Baratos o caros, da igual. La piratería de libros digitales se ha convertido para muchos españoles en manía compulsiva-adictiva. Cuando una persona encuentra una web donde se pueden descargar miles de best sellers piratas, se pasa el fin de semana asaltando los derechos de propiedad. Se le cambia hasta la cara. Creo que en estos tiempos de crisis económica, el precio bajo no va a animar a la gente a comportarse como si fuera iTunes o Spotify, pagando por escuchar música. Una canción la podemos escuchar 100 veces seguidas pero los libros, en general, solo se leen una vez en la vida. Es una pena pero creo que es así. El mismo día en que salía la biografía de Steve Jobs en papelm escrita por Walter Isaacson, una web pirata iba colgando los capítulos con el siguiente aviso: “Id leyéndo los primeros capítulos que ahora subo los demás”. La prueba de las débiles ventas es que el libro electrónico solo movió unos 70 millones de euros en 2010, así como el 2,4% de todas la industria. No hay datos de 2011 pero temo que no son muy alentadores.
¿Fueron todo errores? Afortunadamente, no.
Algunas noticias buenas
No había que ser un sabio o premio Nobel para adivinar que las ventas de estos aparatos se iban a desatar tarde o temprano. Ya hay un millón de aparatos según la consultora GfK. En la pasada Navidad, las ventas crecieron un 500% respecto al 2010. Ya todo el mundo sabe lo que es un lector o un e book.
El 18% de los nuevos libros registrados son electrónicos, según el Ministerio de Cultura. Hay un exhaustivo informe que analiza ese nuevo mundo. En EEUU, Amazon ya vende más libros en formato electrónico que en papel, gracias a la venta de su lector Kindle.
Hay una enorme oferta de libros, de plataformas, de editoriales, y de medios (con una gama de precios que parte de lo casi regalado) que son fruto de una inversión esforzada de muchas empresas. Ojalá los clientes se animen de veras a pagar por leer.
Creo que al mercado del libro electrónico le esperan sus mejores dían en España.
Se han convertido en una agradable forma de leer. Para muchas personas que viven en sitios alejados como la isla de Gomera o en un pueblo escondido de Galicia, es mucho mejor comprar libros digitales que pedir libros de papel de encargo. Otras están leyendo más que nunca gracias a esta tecnología. Y por supuesto: muchos españoles están descubriendo los autores clásicos pues, al no tener derechos de autor, pueden descargarse fácilmente de internet.ç
(Fuente: La información)