Al parecer, para muchos hoy en el Perú cuando se trata de responder a la pregunta de si finalmente el proyecto minero de “¿Conga va o no va?”, la respuesta a esta corta, pero vaya capciosa interrogante, divide a quienes se sienten involucrados en una forma u otra por el debate que este proyecto minero suscita básicamente en dos bandos. Los que responden negativamente diciendo que “Conga no va”, entre cuyos líderes destaca el Presidente de la Región de Cajamarca, Gabriel Santos, y aquellos que responden en forma contraria sosteniendo que “Conga si va”, cuyo líder que para no pocos sigue siendo, a pesar de un llamado “esclarecimiento”, nada más y nada menos que el Presidente de la República, Ollanta Humala Tasso.
“Conga no va” se ha convertido en el grito de batalla de todos aquellos que como el ex sacerdote Marcos Arana y el ex militante de Movimiento Revolucionario Túpac Amaru – MRTA, Wilfredo Saavedra, este último menos proclive al diálogo que el primero, que al igual que el congresista, renegado del Ollantismo, Jorge Rimarachin, y el Presidente Regional Gabriel Santos, quien descolla por su peso institucional entre ellos, sostienen que hacerse del oro que yace bajo las aguas de las lagunas que habrían que secar para extraerlo desestabilizará el ecosistema regional, el medio ambiente y empobrecerá por lo tanto a la población de Cajamarca. Y a su eslogan “Conga no va” lo acompañan con otro que dice “Oro o agua”. Por lo demás, señalan que cuentan con el apoyo masivo de la población, la única fuente de legitimidad política.
“Conga si va” es la oración compuesta por tres palabras que esgrimen todos aquellos, entre ellos la Newmont, Buenaventura, no pocos desde el Estado peruano y ciertos medios de comunicación al parecer comprometidos, que por el contrario consideran que el proyecto, cuyo monto de inversión alcanza el nivel de los 4 mil millones de dólares, pronunciada en varias oportunidades con algunos matices a medida que el debate y la controversia arreciaban también por Ollanta Humala, debe ir. La deslocalización de las lagunas y la creación artificial de al menos una de ellas es la garantía de que la estabilidad del ecosistema sería preservada. Y esgrimen que el efecto multiplicador de la inversión beneficiaría a los cajamarquinos y a todo el país, y no es el momento, por lo demás, para poner en juego la estabilidad jurídica, eje del modelo económico.
No nos hagamos ilusiones, debemos ser claros, más allá de lo que ha arrojado el llamado peritaje internacional llevado a cabo por tres especialistas contratados por el Estado peruano, que contempla consideraciones eminentemente técnicas, hoy sabemos orientadas simplemente a viabilizar la ejecución del proyecto, los bandos en pugna se encuentran en la misma posición que en la que se hallaban antes de que se convocase este estudio; se mantienen en sus trece, y de ahí al parecer nadie puede moverlos. Un rumor, de los que no faltan en el Perú, que de ser cierto añadiría una nota de dramatismo al conflicto, señala que de acuerdo a una encuesta llevada a cabo hace pocos días en Cajamarca, la mayor parte de la población, a la que poco o nada le importan las consideraciones técnicas arrojadas por el peritaje, se habría manifestado en contra del proyecto. La cosa se pone pues color de hormiga.
Nos encontramos por lo tanto en una situación que puede ser catalogada de intransigencia. Una en la que las dos posiciones en abierto enfrentamiento manejan conceptos y esgrimen argumentos a partir de los cuales resulta imposible, al menos hasta el momento, visualizar una salida que este fundada en el diálogo y, por lo tanto, sea pacifica. En este contexto, resulta evidente que Ollanta Humala, quien seguro para nada desea hacerse con un pasivo de muerte y sangre a fin de salir de este impase, ha lanzado su “Conga si va, pero...”, queriendo dar a entender a la población cajamarquina que “Conga podría ir, pero no a cualquier precio”, y a la minera, a la Newmont sobre todo, que “Inversiones sí, pero tampoco a cualquier precio”, tratando in extremis de tender las bases de un puente de diálogo a todas luces necesario. Los días venideros nos dirán, por una parte, cuan sinceras fueron las palabras pronunciadas por el Presidente de la República y, por la otra, si los peruanos somos capaces de compatibilizar decisión de índole política y consideraciones de carácter técnico. No hacerlo sería una tragedia.