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REDES SOCIALES
Lunes 30 de abril 2012

Francia y las lecciones de su elección presidencial

Por: Sergio Paz Murga.
Francia y las lecciones de su elección presidencial
Foto: Referencial

La victoria de François Hollande en Francia si bien no ha provocado el derrumbe del país como vaticinaban algunos “pesimistas”, tampoco ha significado el resurgimiento de la izquierda en el Viejo Continente, como clamaron otros más ilusamente.

Las causas de su triunfo podrían explicarse en una mezcla de factores personales, pero también internos y externos que determinaron que el líder socialista sea el “menos malo” para un electorado galo desesperado por la crisis económica que golpea a la Unión Europea. Las consecuencias de su futuro gobierno están por verse pero lo cierto es que el panorama no pinta nada bien. Aquí algunas de esas lecciones que está dejando la carrera por el Palacio de Eliseo:

a. Golpe a Sarkozy. Hay que dejarlo claro de una vez por todas: El resultado de las elecciones de la primera vuelta no fue a favor de Hollande, sino que fue un voto explícito –a modo de referéndum– contra Sarkozy y sus políticas sociales y económicas.

Si bien Francia no se encuentra en estado de coma, como Grecia, Italia o España, la crisis sí ha golpeado a la economía gala. Se calcula que hay 2.8 millones de desempleados, un déficit público de 5.4% del PBI, mientras el país ha perdido la máxima nota crediticia AAA.

Los franceses acusan de incompetente a Sarkozy y saben que lo peor de la tormenta está todavía por venir por lo que muchos han migrado sus votos hacia otras alternativas como la izquierda o la extrema derecha.

En la derecha también hay cierto desencanto con el mandatario, quien prometió reformas profundas y dolorosas cuando llegó al poder en el 2007 pero que solo quedaron en palabras.

b. ¿Un nuevo Mitterrand? La victoria de Hollande obligó a algunos a compararlo con el ex presidente François Mitterrand, quien gobernó el país desde 1981 hasta 1995. Sin embargo, hay que destacar que el actual candidato presidencial pertenece a la corriente más centrista del Partido Socialista y que esa moderación ideológica le ha dado problemas con algunos de sus correligionarios más radicales que lo acusan de “no tener agallas” y ser un “blandengue”.

El mérito de Hollande es que pudo aprovechar la caída del favorito Dominique Strauss-Khan para forjar con paciencia y buen humor un liderazgo medianamente fuerte para dar unidad a un Partido Socialista que se encontraba “balcanizado”. La fórmula que utilizó fue más que todo paciencia y buen humor antes que genialidad política.

c. Una nueva estrategia. Pese a no ser un izquierdista radical, Hollande supone un riesgo para muchos debido al enfoque progresista que tiene para solucionar la crisis financiera en el Viejo Continente, la más grave desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Hasta ahora, Alemania y la Francia de Sarkozy habían logrado –junto al apoyo de organismos como el Fondo Monetario Internacional– imponer un severo plan de austeridad fiscal. Es decir, si Grecia, Italia, Irlanda, España y Portugal habían sobrepasado su límite de déficit fiscal –del 3% permitido en la UE hasta 12% en algunos casos– lo fundamental era recortar gastos y flexibilizar el mercado laboral para hacerlo más competitivo.

Gracias a esta postura se congelaron salarios y se redujeron gastos en los presupuestos nacionales, lo que afectó a sectores sensibles como la salud y educación. Las marchas y protestas, claro está, se han recrudecido al canto de los gritos de los ‘indignados’.

Hollande, en cambio, cree todo lo contrario. En vez de reducir el gasto hay que aumentarlo para favorecer la inversión en infraestructura, desarrollo de nuevas fuentes de energía, proyectos industriales y, por consiguiente, crear más puestos de trabajo.

Si los gobiernos nacionales no son capaces de proporcionar dinero, sí podría hacerlo el Banco Central Europeo, una entidad ortodoxa por influencia de los alemanes.

d. Fin del bloque franco-alemán. La victoria de Hollande originará también la desaparición de la alianza entre Francia y Alemania, dos países con gobiernos de derecha –la pareja ‘Merkozy– que habían logrado sacar adelante un pacto que pone un techo al déficit fiscal que no podía superar el 0.5% del rendimiento económico. Los países que incumplan podrían ser sancionados.

Hollande congelaría la ratificación, causando el malestar de la canciller alemana Ángela Merkel, quien se ha negado a recibir al socialista durante la campaña electoral.
El líder del PS habla de recuperar la soberanía nacional y no mirar al otro lado del Rin o del Atlántico para temas macroeconómicos. El izquierdista, un europeísta convencido, tiene la confianza de ganar la simpatía de los países más débiles del bloque que resienten el poder de Alemania, que es el motor económico de Europa continental.

e. Nada de cambios. Pero una de las consecuencias más graves de la elección de Hollande es que se frenará por años la posibilidad de iniciar un amplio programa de reformas estructurales que necesita Francia con urgencia.

El país, anclado en su pesado Estado de Bienestar, es casi un “bicho raro” en Europa. Estatista hasta la médula, la economía gala se va quedando atrás respecto a otros países como Alemania, más competitiva. Hollande, sin duda, sería una vuelta al pasado o, peor aun, la negación a un futuro brillante.

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