Viernes 26 de abril 2024 | Contáctenos
"Lo único que lamento es que "él" no pueda estar... creo que desde algún lado lo está viendo, pero me gustaría que me estuviera mirando como hacía siempre, porque él siempre soñó con recuperar YPF para el país".
Con una alusión a la perpetua sombra de "él", su difunto marido Néstor, Cristina Fernández de Kirchner selló la expropiación a Repsol. Y con ella, la confirmación internacional de sus escarceos chavistas.
"Con petróleo, con hierba, vamos a seguir trabajando incansablemente por la Argentina que él soñó", continuó decorando el anuncio con la marca inconfundible de la simbiosis marital y política de la gestión "K". Presente aún después de muerto "él". Abnegación de telenovela.
Seducción por la palabra
Seductora nata, admiradores y enemigos reconocen a partes iguales el mérito de CFK para manejar la argumentación. Un talento que viene de lejos, cuando una adolescente Cristina hacía gala de militancia universitaria en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Tiempos de Juventud Peronista en el lugar en el que se grabaron a fuego los dos imanes de su vida: la política y "él", Néstor.
Tras el matrimonio en 1975 llegó "la época oscura". El golpe militar de 1976 los relegó a la abogacía comercial en la Patagonia. La vuelta a la democracia desentumeció el músculo político de la pareja. Parlamentaria provincial en el 89, senadora en el 95 y por fin, diputada nacional en el 97. La ascendente trayectoria de Cristina y su constante exposición pública le valieron mayor fama que su marido cuando en 2002, éste comenzó a perfilarse como candidato a la presidencia.
"Yo nací maquillada"
En 2003, actuó como columna vertebral en la exitosa campaña de su marido. Siempre fiel, la primera dama, expresión odiada por ella, comenzó a forjar entonces una reputación de obsesión por la apariencia.
Coqueta de retoques y aguja, se niega a pedir perdón por su aura glamurosa: "¿Tendría que vestirme como pobre sólo para demostrar ser una buena líder política? Y fiel a la melena abultada, el rouge y mucho negro en las pestañas huye del fantasma cutáneo de su "rosácea nerviosa" a base de capas: "Yo nací maquillada", suele decir cuando le preguntan.
La nueva Evita Perón
Su coquetería es precisamente uno de los atributos que le ha valido la comparación con la icónica Eva Perón. Cuando Cristina Fernández nació, Evita había muerto hacía siete meses. El leitmotiv esgrimido por sus fans y disimuladamente -aunque lo niegue- por ella, le ha valido una escalada entre los amantes del peronismo, que son muchos, y un lugar cuasiromántico entre los nostálgicos.
Semejantes y distintas, reinas de la devoción popular, abanderadas “de los humildes”, ajenas al protocolo y encumbradas de la mano de un hombre. Evita ni siquiera fue ‘vice’. Pero ella es “La Presidenta”.
Soberana y personalista al estilo del señor "Exprópiese"
Destacando aún más por la impronta personalista de su antecesor, su nombramiento en 2007 grabó el inicio de su “carrera soberana”. Con afán más propio de su homólogo venezolano –el señor “Exprópiese”- , marcó territorio nacional en los sectores estratégicos: estatalizó Aerolíneas Argentinas, acuñó el “interés público” de la fábrica Papel Prensa, reclamó las Malvinas y ahora juega con el crudo.
Ingredientes que añadió a una coctelera agitada con mucho hielo social: Asignación Universal por Hijo, estatalización de las pensiones y matrimonio homosexual.
¿Dinero, “grandeza nacional”, derechos? Lo que queda claro es que el crecimiento de Argentina, tercera potencia latina tras Brasil y México, no podía pasar “sin ella” y la herencia de su marido.
Sus cachorros: “Argentina está tranquila con Cristina en La Rosada”
De apoyos no se queja. El 74% de los argentinos respaldan su última decisión expropiatoria, según el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP). Y siete de cada diez, su anhelo por recuperar las Malvinas, según la consultora Ibarómetro. 1 millón de seguidores la veneran en Twitter.
“La Argentina está tranquila con Cristina en La Rosada”, le cantan los jóvenes de La Cámpora. Sus cachorros. Hijos adoptivos de una viuda sin resortes políticos propios y que no se fía de los viejos barones del conurbano ni del peronismo clásico.
Colocados en puestos clave, la rodean y aplauden en cada acto. Seducida porque “son cuadros técnicos” como ella, Cristina dice ser ante todo “madre”, y ellos, juegan con ventaja: están capitaneados por su hijo Máximo.
Pero el kirchnerismo, no es santo de devoción para todos: la presidenta y su Gobierno también tienen enemigos.
Sus frentes de batalla: Clarín y “las aberraciones de la dictadura"
Su principal frente de batalla se alarga en el tiempo contra uno de los principales medios de comunicación argentinos: el diario Clarín. Un fuego entrecruzado de acusaciones de corrupción, intereses económicos, la sanción de la Ley de Papel Prensa, la Ley de Radiodifusión, registros fiscales sorpresa, hermetismo y poca exposición hacia las preguntas de los periodistas.
El diario logra arrancar de la presidenta su lado más agresivo, un carácter que intenta esconder para cultivar una imagen más suave que la que tuvo su marido, conocido por su furia y su fuerte vocabulario, según destacan los cronistas argentinos. Estudiada fragilidad sazonada por sus frecuentes problemas de salud, como las famosas "bajadas de tensión"que levantaron la sospecha entre los medios de que para aguantar el tute preelectoral de 2007, la mantenían dopada.
El segundo frente de batalla es la cruzada personal de Fernández contra “las aberraciones de la dictadura militar” y su apoyo a Las Madres (Abuelas de la Plaza de Mayo). Una pelea que, para la oposición y los medios argentinos que la critican, significainstrumentalizar la reivindicación de los derechos humanos para otorgarles, una vez más, la impronta única y caprichosamente personal de la gestión kirchnerista.
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