Estados Unidos, Chicago, Haymarket Square, 4 de mayo de 1886, 7:30 pm: más de 20 mil personas inician la protesta. La exigencia básica de los trabajadores era reducir la jornada de trabajo a solo ocho horas. Algunos de estos hombres se convertirían en los Mártires de Chicago. Tres días antes -1 de mayo- 200 mil trabajadores habían iniciado la huelga.
La histórica revuelta de Haymarket fue el punto de quiebre de una serie de protestas que desde el 1 de mayo se habían producido en respaldo a los obreros en huelga, para reivindicar la jornada laboral de ocho horas. El detonante de la tragedia fue cuando una persona lanzó una bomba a la policía que reprimía con violencia a los trabajadores.
En los años finales del siglo XIX, Chicago era la segunda ciudad de EE.UU. Del oeste y del sudeste llegaban cada año miles de ganaderos sin trabajo. Se crearon los primeros barrios pobres que albergarían a cientos de miles de trabajadores. Poco a poco, a lo largo del siglo XIX, se habían extendido con inclusión de emigrantes venidos de todo el mundo.
Los trabajadores iniciaron en 1829 su exigencia por la vía legal: solicitaron a la legislatura de Nueva York la jornada de ocho horas. Ya existía una ley que prohibía trabajar más de dieciocho horas, salvo en caso de necesidad. Cualquier funcionario de una compañía de ferrocarril que hubiese obligado a un maquinista o fogonero a trabajar jornadas de dieciocho horas diarias, debía pagar una multa de 25 dólares.
La mayoría de los obreros estaban afiliados a la anarquista Noble Orden de los Caballeros del Trabajo. Sin embargo, la American Federation of Labor (AFL) era la más influyente. En su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, había resuelto que desde el 1 de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas
Se declararían en huelga en caso de no obtener respuesta a sus reclamos. Instruyó a todas las uniones sindicales que trataran de hacer promulgar leyes con ese contenido. Las organizaciones apoyaron la propuesta porque pensaban que la jornada de ocho horas produciría más puestos de trabajo.
El presidente de Estados Unidos Andrew Johnson promulgó en 1886 la Ley Ingersoll, que establecía las ocho horas de trabajo diarias. Al poco tiempo, diecinueve estados redujeron la jornada laboral a un máximo de ocho y diez horas. Pero las condiciones de trabajo seguían siendo insoportables por las cláusulas “de excepción” que permitía el trabajo entre catorce y dieciocho horas.
El desacato a la Ley Ingersoll por parte de los empresarios motivó que las organizaciones laborales y sindicales de Estados Unidos se movilizaran. La prensa calificaba el movimiento de las ocho horas como "indignante e irrespetuoso", "delirio de lunáticos poco patriotas", y manifestando que era "lo mismo que pedir que se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo".
Apoyaba la represión desarrollando campañas mediáticas muy agresivas. Por ejemplo El New York Times decía: “Las huelgas para obligar al cumplimiento de las ocho horas pueden hacer mucho para paralizar nuestra industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad de nuestra nación, pero no lograrán su objetivo”.La historia no le daría la razón.
La citada Noble Orden de los Caballeros del Trabajo tuvo un giro pro patronal: remitió una circular a todas las organizaciones adheridas: "Ningún trabajador adherido a esta central debe hacer huelga el 1° de mayo ya que no hemos dado ninguna orden al respecto". Todos los trabajadores de EE.UU. y Canadá, rechazaron el comunicado y declararon como “traidores al movimiento obrero” a los dirigentes de la Noble Orden.
Chicago era una ciudad grande que también tenía grandes problemas. Las condiciones de los trabajadores eran mucho peores que en otras ciudades del país. Las movilizaciones fueron intensas los días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la McCormick, que estaba en huelga desde el 16 de febrero: la razón era que querían realizar un descuento a los obreros para la construcción de una iglesia.
La policía se había vuelto más violenta a medida que pasaba el tiempo y recibía presiones de los empresarios. Disolvió con energía una protesta de más de 50 mil personas. El día 3 fue trágico. Frente a las puertas de la empresa, cuando hablaba en la tribuna el anarquista August Spies apareció el rompehuelgas. Los concentrados respondieron y se inició una pelea campal. El saldo fue seis muertos y varias decenas de heridos.
Llegó el día que pasaría a la historia. El 4 de mayo a las 21:30, el alcalde, dio por terminado el mitin que se había iniciado a las 19:30 en el Haymarket Square. Pero más de 20 mil personas continuaron con la protesta. El inspector de la policía John Bonfield consideró que debía desalojar a los obreros y junto a 180 policías uniformados empezó a reprimirlos con violencia.
De pronto sucedió un hecho grave: estalló entre los policías un artefacto explosivo que mató a un oficial de nombre Degan y produjo heridas en otros. La policía disparó sobre la multitud, dejando un saldo de muchos muertos y heridos. Se declaró el estado de sitio y el toque de queda, y en los días siguientes se detuvo a centenares de obreros, los cuales fueron golpeados y torturados, en busca de los culpables del asesinato.
El juicio contra 31 imputados, se redujo a solo 8. Se dijo que el proceso fue una farsa y se realizó sin respetar la legalidad, mientras que la prensa pedía la prisión de todos los acusados, y la necesidad de ahorcar a los extranjeros. Las pruebas no pudieron probar la culpabilidad de los acusados, pero fueron declarados culpables, “por ser enemigos de la sociedad y el orden establecido”. Tres fueron condenados a prisión y cinco a la horca.
El corolario de esta historia es que algunos empresarios otorgaron la jornada de ocho horas. La Federación de Gremios y Uniones Organizadas expresó lo siguiente en mayo de 1886: "Jamás en la historia de este país ha habido un levantamiento tan general entre las masas industriales. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo ha impulsado a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones existentes, cuando hasta ahora habían permanecido indiferentes a la agitación sindical".