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Martes 01 de mayo 2012

Dos fechas históricas vigentes: 23 de mayo de 1923 y 7 de mayo de 1924

Por: Luis Alva Castro (*)
Dos fechas históricas vigentes: 23 de mayo de 1923 y 7 de mayo de 1924
Foto: Medios

La historia significa mucho más que anecdotario o un recuento de curiosidades pasadas. Para quienes entienden la política como un compromiso vital con una nación y un continente cada paso dado en el pasado abonando ese camino y sentando precedentes va siendo un punto de apoyo para el futuro.

Entre el 23 de mayo de 1923 y el 7 de mayo de 1924 hace más de 7 décadas, un nuevo movimiento político empezó a desarrollar sus raíces y a sentar las bases de su misión histórica. Un joven líder universitario, Víctor Raúl Haya de la Torre, encabezó en la primera de estas fechas un poderoso movimiento de protesta que unió a trabajadores, estudiantes y amplios sectores de las clases medias: bajo el pretexto de la consagración de la Nación al Corazón de Jesús, la dictadura de Leguía pretendía consolidar una situación de control total de los poderes públicos, descarado reeleccionismo.

Los obreros y estudiantes bajo la iniciativa de las Universidades Populares González Prada, convocaron a lo que en los manifiestos de la época se llamó “el Frente Único en defensa de los derechos de la libertad de pensamiento” formado por “todo el poder espiritual de las corrientes que buscan renovación y viven vigilantes de la Justicia y la Verdad”. La fecha mostró muchos ejemplos de heroísmo e hidalguía de parte de los manifestantes, pero sobre todo dejó sentada una lección: el frente único, la unidad sin sectarismos ni exclusiones, es la base de la lucha por la justicia y la verdad.

El líder de esa gloriosa jornada popular, Haya de la Torre, sufrió persecución y finalmente destierro por haberse atrevido a desafiar la arbitrariedad de los poderosos. Y fue en México, exiliado, el 7 de mayo de 1924, que ante la Federación de Estudiantes de ese país presentó la idea de este frente único a escala continental, con una bandera que presentaba al continente indoamericano unido en color oro sobre un fondo rojo. La idea que iba acompañada de esta bandera tenía una sigla: “A.P.R.A”, Alianza Popular Revolucionaria Americana. En el discurso que entonces pronunció Víctor Raúl remarcó la huella que recogía de la historia: “El afán de unidad de los pueblos de nuestra raza fue en Bolívar ensueño precursor, más tarde, tema de discursos diplomáticos y ahora, fe, credo, señuelo de lucha de nuestra generación... No sólo queremos a nuestra América unida, sino también a nuestra América justa”. Ese acto señaló el inicio del proceso fundacional del aprismo, dando proyección doctrinal y política al ejemplo histórico de dos procesos sociales importantes de nuestro continente: la Revolución Mexicana iniciada en 1910, iniciada siete años antes que la Revolución Rusa, y el movimiento por la Reforma Universitaria iniciado en Córdoba, Argentina, en 1918.

Años después Haya de la Torre recordó el significado del 7 de mayo de 1924, en tanto punto de partida del proceso fundacional del APRA, como una continuación renovada de la gesta que dio nacimiento a las repúblicas americanas. En un discurso conmemorativo del cincuentenario de esa fecha señaló: “Así comenzó el APRA, reivindicando el ideal bolivariano olvidado y traicionado en los 100 años o más que nos separan desde su iniciación”, Pero también dice en el mismo discurso, “sumió la necesidad de enfrentar la realidad de nuestros pueblos desde un ángulo nuevo”. Había que encontrar no sólo el camino de la independencia sino también el de la justicia social en una realidad nueva y cambiante, y añadía: “Entonces comenzamos a darnos cuenta de que los europeos también se equivocan y fue allí cuando a tiempo que oíamos las primeras lecciones del marxismo, supimos que Marx se equivocó cuando declaró que Bolívar era un vil aventurero que pretendía compararse con Napoleón Bonaparte”.

El aprismo nació con la finalidad de descubrir la realidad continental sin anteojeras, enfrentándola con realismo y. sobre todo cerrando el paso a los esquemas aventureros y violentistas. Pero el programa aprista de cambio social integral, de democracia funcional, de acción antiimperialista de frente único, no fue concebido como un experimento de gabinete. El ejemplo del 23 de mayo de 1923 siempre señaló el rumbo trazado por Haya de la Torre: encontrar el camino hacia la verdad en la misma lucha real por la verdad y la justicia. Escribió Haya de la Torre en 1928: “La hora de nuestros pueblos es hora de acción y hacia ella debemos dirigir nuestras actividades, porque de la acción hecha lucha, dolor y victoria es de donde surgirá la verdadera línea teórica que queremos ver clara y vigorosa y no anticipada excesivamente a los hechos... Esa urgencia de acción ha sido el imperativo fundador del APRA”. Y nadie que conozca algo de la historia del aprismo podrá negar que su larga trayectoria de batallar indoblegable contra el imperialismo y las tiranías ha sido no sólo teoría y postulación de tesis políticas sino auténtica lucha, dolor y victoria.

Fue así que entre el 23 de mayo de 1923 y el 7 de mayo de 1924 se fue forjando una idea de unidad que luego fue llevada como fecundo mensaje de libertad a toda Indoamérica. Fue también en México, el 23 de mayo de 1928, que el joven líder exiliado, evocando la gesta inicial de 1923, rubricó el punto final del libro doctrinal básico de ese potente movimiento de unidad continental y le puso por título El antiimperialismo y el APRA. Allí sostuvo la idea de Indoamérica como un pueblo-continente, concepto que luego precisara Antenor Orrego, y expuso una de las tesis básicas que hoy presiden todo análisis sobre América Latina: “No se repite en Indoamérica, paso a paso, la historia económica y social de Europa... Para nuestros pueblos el capital inmigrado o importado, plantea la etapa inicial de su edad capitalista moderna”.

Estas enseñanzas y estos derroteros, siguen hoy tan frescos y vigentes como hace 88 años, cuando se fundó el APRA como un movimiento continental. Y recordarlo es aprender de ellos.

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